Page 132 - El cantar del Catatumbo
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una inacabable infancia de la tierra. Un cataclismo de
           la luz, encarnizado y bellísimo, del que ya Lope de Vega
           hace referencia en su libro La dragontea.
              Yo, desde el horizonte, divisaba cómo a sus pies
           volaba el planeta, los cielos se volaban, asustados. Las
           comarcas huían, avasalladas, ajusticiadas en ese patíbulo
           del tiempo.
              Mientras la esfera iba de la nada a la nada como una
           leyenda por el universo, el Catatumbo cantaba.
              Sesenta descargas por minuto que tenían la energía
           terrestre y la ira del cielo.
              Era un comienzo cada estertor, cada fulgor, la fero-
           cidad de un sueño.
              ¿Qué sucede allí, qué lección en el cataclismo? Hay
           quienes dicen que es producto de las emanaciones del
           metano. Como ocurre con los relámpagos de Saturno,
           ese pequeño planeta oculto en una gigantesca idea de
           sí mismo.
              Resplandor y apagones somos, dice el Catatumbo.
           Rayos, frágiles vehemencias, inasibles cenizas del
           firmamento.
              Y nadie lo oye.
              Hijos de la combustión, no nos reconocemos en la
           belleza, sino en la destrucción del fuego.
              Crías de instantes, somos. Para esas vehementes apa-
           riciones canta una canción que saben de memoria los
           nonatos y los muertos.


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