Page 129 - El cantar del Catatumbo
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entusiasmado, dijo: “¡Poeta, poeta! ¡Venga, venga, baje
por el costado del puente, mire qué hermoso nadan las
toninas!”.
Seguimos rumbo a la frontera. Pasan llaneros colom-
bianos, bien vestidos, peinilla al cinto y descalzos, sin
miedo a la mapanare que ahí mismo se la ve cruzar el
camino expulsada por los las flores blancas de los lirios
sabaneros.
El Arauca, el mentado Arauca vibrador, cierra el arpa,
bermejo, silente, uniendo y separando a Colombia y
Venezuela.
Desde Guazdalito hacia Elorza nos vamos despi-
diendo ya del llano, junto a una ceja de monte, aromada
por el perfume del mastranto. Hasta Barinas. Luego de
una corta estancia, parto a Puerto Cabello y desde allí
a San Felipe, donde Gabriel Jiménez Emán me espera,
como un terremoto alegre.
En lagenerosa casa de Samuel López, me reúno con
Ricardo Domínguez, artista plástico, con Traiba Villegas,
músico, Arquímedes Arias, operador del Gabinete
Cultural. Después conoceré a Luis Zúñiga, excelente
novelista y antropólogo con quien planeamos un viaje
a la Amazonía ecuatoriana.
Desde allí una escapada a Guama, cercano a San
Felipe, un pueblito manso con un río sediento, y otra
a Yaritagua, colonial y hermosa, por una carretera atra-
vesada por una columna infinita de trinitarias en flor.
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