Page 137 - El cantar del Catatumbo
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inmigrantes, tratando de fijar ese caleidoscopio en un
solo esplendor tan encendido como inteligente.
El encuentro con mis amigos da en una peregri-
nación pagana hacia Sabana Grande, en el centro de
Caracas, rumbo al Triángulo de las Bermudas, del que
sobrevive un solo vértice. Tres bares donde desplegaron
su risueña República del Este (con elecciones públicas,
ministerios y decretos incluidos) los más talentosos escri-
tores de Venezuela. Allí ejercieron su poder desopilante
Capoulicán Ovalles, Carlos Contramaestre, Adriano
González León, Salvador Garmendia, Ramón Palomares,
entre otros.
Y el Callejón de la Puñalada, ahora bien llamado
Víctor Valera Mora, vate insignia de la poesía revolu-
cionaria y otros, donde Andrés Aguilar, poeta y antiguo
guerrillero, ejerce su prédica jubilosa.
Pero esta vez no todo es alegría. La noticia de que
la hasta el momento imprecisa enfermedad de Chávez
lo obligó a viajar a Cuba para curarse, los ha ensom-
brecido. En el diálogo se suceden tanto la aflicción como
la esperanza. La preocupación sobre la gobernabilidad
de Venezuela tanto como la fe en la solidez del proceso
revolucionario ante la ausencia de su líder, la reacción de
las Fuerzas Armadas, la inquietud popular, la ya desatada
campaña de la oposición para desestabilizar al gobierno.
En cada uno de estos hombres veo, encarnada,
irrenunciable, su convicción bolivariana. Hablan de
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