Page 139 - El cantar del Catatumbo
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EL PODER DEL AUTANA
Mi penúltimo viaje me llevó de nuevo al Orinoco, a
Puerto Ayacucho. Livio Delgado, poeta entero, nobi-
lísimo y solidario como siempre, me acompañó en esta
travesía que sería el primer tramo de otra que, cruzando
la Amazonía de norte a sur, concluiría en Bolivia.
A merced del sol, desparramada, entre palmerales y
mangos, Puerto Ayacucho es una de las bocas más im-
portantes de acceso al Orinoco. Nació cuando los presos
políticos abrieron la ruta que uniría el sur venezolano con
el Orinoco, a través del puerto de Samariapo. En ella se
enfrentó Maisanta al oscuro gobernante Tomás Fúnes.
Perduran allí los vestigios de sus años más prósperos,
tapados por la parafernalia de los nuevos comercios,
muchos de ellos de propiedad de inmigrantes árabes,
tiendas de ramos generales, donde, como en otros lu-
gares cálidos de nuestros continentes, se repite la escena
de la familia atendiendo el negocio, donde irreductible,
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