Page 143 - El cantar del Catatumbo
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su nombre y emerge la profundidad del río. Siento
que la geología se hechiza, que va a crecer de nuevo el
Autana. Anoto en mi libreta de viaje: “Noche infernal
en el Autana. No pude dormir un minuto. Algo mío
se destruía o derrumbaba. Camino bajo la lluvia a las 5
de la mañana. Unos tragos de whisky y unos cigarrillos
para que venga el amanecer. Pero algo dejé o me dejó
de soñar”.
Ya de mañana me sosiega el diálogo de los piaroas,
hecho como de gemiditos.
Recién, cuando un recodo del río me hizo perderlo
de vista, me volvió el alma al cuerpo. Después, con el
tiempo, ese hechizo del Autana volvió a aparecer en este
poema que lleva su nombre:
Ese pesar que usted tiene
le viene del Autana.
Quien lo mira pierde, como él,
su conexión con el firmamento.
Se amanece en el rocío
con el cerebro lleno de ramas blancas.
No puede pegar los ojos
porque el Autana le paralizó el futuro.
Si sigue aquí,
vaya donde vaya,
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