Page 122 - El cantar del Catatumbo
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Fue en esa casa donde salió el tema de que Arizmendi
           no tenía bandera ni escudo. Sería lindo inventarla, nos
           dijimos y pergeñamos algunos diseños donde, en el
           escudo, estaban las babas (caimanes) y el toro y el ca-
           ballo. En el centro de la bandera, entre una banda verde
           clara como el llano y otra ámbar como el río, seño-
           reando, un samán. Y para el lema del escudo esta frase:
           “En el llano empieza el mundo”.
              Después, en la plaza donde Leonardo Ruiz y Ana
           María Oviedo Palomares habían instalado la Feria del
           Libro, plantamos un pequeño Bosque de la Poesía, una
           propuesta mía que se repitió en Coro, donde sembraron
           cien árboles, y en la Isla Margarita otros tantos con el
           mismo nombre y cuya concreción estuvo a cargo de
           la escritora y amiga Iris Tocuyo. Para mi agradecido
           orgullo, uno de esos arbolitos lleva mi nombre.
              Desde Arizmendi partimos a remontar el río Igüé con
           Ana María, Leonardo y Giondelis Montilla, que escribe
           poesía para niños. Navegamos en una canoa capitaneada
           por Luis González y su contramaestre José Gregorio
           Maluenga. En el trayecto nos acompañó como el techo
           de un templo sobre el curso del agua el vuelo de una
           multitud de pájaros, de las garzas, los flamencos. En las
           orillas dormían con un ojo abierto los caimanes que de
           verlo a Leonardo un tanto voluminoso, se lanzaban de
           la orilla al paso de la canoa. “Ponete de perfil, que nos




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