Page 120 - El cantar del Catatumbo
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Una vez más nos llama el llano. Salimos entre un
tumulto de ómnibus coloridos, talleres desvencijados y
los clásicos comercios de extramuros con su mercancía
abigarrada y sus pregones.
Ya abandonando las afueras damos con el campo de
Carabobo, donde se libró la batalla que le dio la inde-
pendencia a Venezuela. El camino arbolado, sembrado
de puestos de venta de cachapas (chicharrón de cerdo),
toca el estado Cojedes y pasa junto a un río secreto,
el Taguanes, donde Bolívar dio la última arenga a sus
tropas antes de entrar en combate.
De allí en más el verde oscuro irá cediendo paso al
verde claro, alumbrado, con que se extiende el llano.
Por la carretera del estado Barinas, atardeciendo,
entramos a Arizmendi, pago de Adhely, a quien cuanto
más se acerca al llano, más se le encarniza la tonada.
Y es que los llaneros hablan con las palabras como
agua movidita, contando casos de esos mundos abiertos.
Después van recogiendo el tono, el decir festivo se va
haciendo íntimo y a ver quién afina el oído para enten-
derlos, cuando se quedan en silencio con dos o tres pa-
labras cayendo como gotitas, como si le hubiera llegado
la sequía al habla.
No se deja olvidar el calor en Arizmendi. Las calles
desarmadas y polvorientas junto a un río intenso donde
suelen atracar las barcas trayendo panes de queso a un
mercado que se alza los fines de semana y que después
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