Page 117 - El cantar del Catatumbo
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CHICHIRIVICHE
Como todas las aldeas de pescadores tiene ese arraci-
mamiento desorientado, un desorden de ventolera y
agua que desencaja las puertas y bate las ventanas de las
pequeñas casas. Así es Chichiriviche, una avenida larga
hacia el mar y, a ambos lados, las tiendas con frutos
insolados, licorerías y toda la parafernalia de plástico
con que se decoran los bañistas.
Hay, también, viejos pescadores sentados, rehilando
sus redes mientras fuman un cigarro interminable espe-
rando a los que vuelven con el bote brillante de peces. Y
mujeres lentas yendo y viniendo, todas en sus mismos
quehaceres en un tiempo inmóvil.
La familia Adimandi me ha cedido gentilmente su
casa de veraneo. A una cuadra por una vía de arena
se abre el Caribe, lujoso. Una barca me lleva hacia los
cayos, un grupo de pequeños islotes apenas arbolados
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