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efecto, en toda sociedad la educación sirve a elevados fines socia-
            les, pero no le corresponde fijar autónomamente sus propias metas.
            Obedece su orientación a la sociedad donde actúa. Es la clase social
            que dirige el Estado y para cuyo servicio actúa éste la que orienta la
            educación. Decía Carlos Marx:

               Los pensamientos de la clase dominante constituyen en todas las
               épocas los pensamientos predominantes, es decir, la clase que cons-
               tituye el poder material dominante de la sociedad, constituye al
               mismo tiempo su poder intelectual predominante. La clase que tiene
               a su disposición los medios para la producción material, dispone con
               ello al mismo tiempo de los medios de la producción intelectual.
               Un autor de orientación opuesta a la de Marx, Hermann Heller,
            en su obra Teoría del Estado, se pronuncia en palabras que aun
            siendo distintas conducen al mismo fin. Apunta Heller:

               Un poder político es tanto más eficaz cuanto más consigue hacer que
               sea reconocida la pretensión de obligatoriedad para sus propias ideas
               y ordenaciones normativas y para las reglas de la costumbre, moral y
               derecho por él aceptadas y que son, al mismo tiempo, su fundamen-
               to. Su prestigio político crece si logra que el tipo de cultura represen-
               tado políticamente por él sea adoptado como modelo para la forma-
               ción de la vida. Las mismas formas del lenguaje, de la literatura, la
               música y las artes plásticas, pueden en determinadas circunstancias,
               obrar eficazmente en provecho del poder político. Por eso concede
               tanta importancia el Estado moderno a la política cultural en el inte-
               rior y a la propaganda cultural en el exterior. Ningún Estado puede
               renunciar a la utilización de los poderes espirituales para sus fines. El
               Estado de Derecho con división de poderes adopta, en verdad, una
               cierta actitud de respeto frente a las fuerzas espirituales, al asegurar
               constitucionalmente el libre desarrollo del arte, la ciencia y la
               Iglesia. Pero esto sólo es posible que lo haga mientras las diferencias
               que puedan existir en el pueblo del Estado no pongan en peligro la


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