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de sus programas de estudio, del número y calidad de sus egresados
            y con la relación que éstos deben guardar con los requerimientos de
            los planes de desarrollo, ya que no puede haber desarrollo sin per-
            sonal capacitado que lo realice.
               De allí la necesidad de que la universidad participe en la elabo-
            ración de los planes y se ajuste en sus actividades a las obligaciones
            que éstos le fijen, obligaciones que escapan a la órbita de su auto-
            nomía y que la llevan a actuar mancomunadamente con los órganos
            de la nación, que junto con ella conforman, estimulan y dirigen las
            tareas del desarrollo.
               La llamada autonomía absoluta de la universidad ha dejado de
            ser una idea revolucionaria y progresista para convertirse en una
            rémora para el progreso y conspira contra la reforma universitaria,
            porque tiende a desligar a la universidad de los problemas funda-
            mentales de la época. Por eso a su lado y muchas veces a su pesar y
            aun en su contra creció la investigación científica y filosófica.
               Ese desligamiento de los problemas ha hecho prosperar para-
            lelamente a la universidad establecimientos y escuelas superiores
            de formación profesional y de investigación, medio de que se ha
            valido el Estado para colmar, no sólo las fallas de las universidades,
            sino para responder a la indiferencia de ésta frente a las necesidades
            y requerimientos de la nación.
               No puede seguirse sosteniendo honestamente la idea de que
            hasta ahora ha prevalecido sobre la autonomía universitaria, referi-
            da al gobierno de la institución y a la intervención en éste de profe-
            sores, graduados y estudiantes, sistema que en algunos países ha
            llevado al entronizamiento de camarillas o de castas, que usan sus
            privilegios en detrimento de la universidad. No puede seguirse
            mintiendo sobre la independencia de la universidad respecto del
            Estado mientras sea instrumento de fuerzas internas o externas que
            la ponen al servicio de mezquinos y transitorios intereses.


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