Page 20 - Desarrollo de la Guerra Social y el papel de Bolívar
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Colección
                                                            Herederos de Bolívar

          La guerra social fue, pues, extendiéndose por todo el país y al mis-
       mo tiempo creciendo en intensidad, yendo del robo al crimen, y del
       crimen aislado al colectivo, hasta que el 24 de marzo del Año Terrible
       de 1814, Bolívar, en reconocimiento de que ya esa guerra era incon-
       tenible, confesaba: “Los bandidos han logrado lo que ejércitos disci-
       plinados no habían obtenido”. Con esa frase, Bolívar admitía que “los
       bandidos” eran ya una fuerza organizada; y lo eran, sin duda, puesto
       que habían hallado un jefe que decidía por ellos, que los unía, los con-
       ducía y los llevaba a matar y a morir. Boves, en fin, dio trama y direc-
       ción a la guerra social, y la muerte de Boves descabezó a las fuerzas
       que hacían la guerra social.


          Pero  no  debe  pensarse  que  la  muerte  de  Boves  produjo  la  paz.
       Después de Úrica no hubo grandes batallas durante algún tiempo,
       pero no hubo una paz absoluta porque se siguió combatiendo, aunque
       en pequeña escala, en diversos puntos del país.


          Puede decirse que entre el final de la guerra social capitaneada por
       Boves y el inicio de la verdadera guerra de independencia, que iba a
       organizarse en 1817, hubo una especie de intermedio de guerra civil
       llevada a cabo en varios puntos del país; una guerra de guerrillas que
       hacían criollos partidarios de la república contra criollos partidarios
       del rey, con algunos españoles en ambos bandos, y que esa guerra de
       guerrillas comenzó a definirse en el sentido de una especie de pregue-
       rra de independencia a mediados de 1815, gracias a la expedición de
       Morillo.

          El mariscal de campo don Pablo Morillo llegó a las costas de Venezue-
       la a principios de abril de 1815, con un ejército español de más de diez
       mil hombres. Fernando VII, que se sentía seguro ya en su trono, quería
       paz en el imperio americano; pero una paz impuesta a cañonazos.

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