Page 22 - De mi propia mano
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Con anterioridad a estos planes caribeños, abrigó Sucre la idea de la
liberación de Panamá. Como sintonizado con los patricios panameños que
el 28 de noviembre de 1821 declaran la independencia de su patria, Sucre
se adelanta un mes –desde Babahoyo el 23 de octubre– a recomendar como
“la ocupación útil que puede darse a esta división” antes de acometer la
libertad de Quito: “expedición a Panamá”. El programa era librar rápida-
mente el Istmo, “a fin de que terminado todo en mayo, pudieran las mismas
tropas regresar a Guayaquil para la campaña de Quito”. Complácele ano-
tar que allá en el Corinto americano hay “pueblos muy patriotas, incluso
la capital, que desesperan por un apoyo para trabajar por la libertad de su
país. La importancia de ocupar el Istmo V.E. la sabe y creo que Quito valdrá
nada en comparación de ello...” [28].
Se ilusionó también el Mariscal, con una incursión redentora a la brava
nación guaraní. Pensaba que al devolver esas tropas después de Ayacucho
a sus puntos de origen, “probablemente será para llevar nuestros estan-
dartes de libertad a los países americanos que aún son esclavos” . De ahí
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la confidencia a Santander –desde Potosí el 11 de octubre de 1825–: “El
Libertador parece que está en el proyecto de mandar una expedición de
cuerpos del Alto y Bajo Perú a tomar el Paraguay, que sabe Ud. que gime
bajo el tirano Francia, que tiene aquella provincia no sólo oprimida del
modo más cruel, sino que la ha separado de todo trato humano, pues que
allí nadie entra sino el que gusta Francia, y acaso encarcela luego al mismo
a quien ha permitido entrar” [160].
En juicios muy seguros sobre el magno Congreso del Istmo, evidenció
Sucre su americanismo de buena ley. Su visión es de la misma amplitud que
caracterizó a Bolívar, Miranda, Bello y Rodríguez. No otro criterio paten-
tiza al comentar: “No sabía que el emperador del Brasil hubiese solicitado
entrar en la Confederación Americana; es una gran cosa porque se trabajará
en este Congreso de Panamá por una causa continental americana, y la San-
ta Alianza no verá tan de mal ojo nuestras instituciones. Además, así se tran-
sarán las cosas del Brasil con Buenos Aires, y conservaremos la paz de que
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