Page 19 - De mi propia mano
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Berruecos era, ciertamente, un hombre de siete lustros cronológicos, pero
físicamente era un varón gastado. Los enormes esfuerzos, los ímprobos
desvelos por causa de la ausencia de colaboración y colaboradores, los
quebrantos, la dolencia “del pecho”, de la ingle –la “quebradura”–, las se-
cuelas penosas de “tanta andadera a caballo”, su dolor de la herida abierta
y del brazo inválido –con mano sin fuerza y dedos tiesos– por el atentado
de Chuquisaca, lo convertían en un cuerpo consumido.
Para su espíritu no hubo reposo. Su vivir fue un reto y una angustia
sostenidos. Luchaba contra las humanas fallas, contra los elementos, con-
tra las distancias. Su preocupación por los servicios, por la eficacia admi-
nistrativa, llenaron muchas de sus horas. Fue perenne su actitud erguida y
vigilante por la disciplina y por la probidad. Castigaba sin vacilar, con rigor
extremo, crímenes y corruptelas. Tenía un sentido inflexible de la justicia.
Sobre todo resalta en Sucre su concepto del patriotismo americano, del
honor, de la gratitud y la lealtad. Todo ello se hace patente en sus escritos.
En la concepción global de su presente y del porvenir, en las líneas maestras
de la historia continental, así como en las minucias y en las prolijidades del
desvelo cotidiano, está su alma pintada en el papel.
A la par de su absorbente preocupación guerrera, pues esa era la pri-
mordial y urgente e inmediata necesidad, Sucre atiende y cultiva de manera
total dos proyecciones que lo ligan e identifican con los máximos arqueti-
pos del Nuevo Mundo: la unidad latinoamericana y la educación.
LA CAUSA IDÉNTICA
La americanidad sustancial de Sucre esplende fácil, genuina, insistente,
en sus pronunciamientos y en sus acciones. Estaba él persuadido “de que
la causa americana es una misma en todos los Estados meridionales”. Sin
titubeos asegura su “absoluto convencimiento de la identidad de causa en
los americanos que poseídos únicamente del amor patrio deben pensar
sólo en combatir los enemigos y en llevar adelante la marcha de la indepen-
dencia” [61].
A San Martín “genio inmortal de América, cuya espada libertadora
re cibe las bendiciones del Nuevo Mundo, y la estimación del género hu-
BIBLIOTECA AYACUCHO
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