Page 46 - Agroecologías insurgentes en Venezuela Territorios, luchas y pedagogías en revolución
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         también como ingrediente básico —dada la revaloración de la exquisitez
         de sus granos— para una alimentación saludable (Huamanchumo, 2017;
         Valenzuela, 2007). Sin embargo, a pesar de su vinculación con la ecología,
         la  salud, y siendo  un producto local tan apreciado  universalmente, la
         población  venezolana  no  disfruta de las ventajas de su consumo; en
         contraposición al café no se considera un producto de primera necesidad,
         el volumen de oferta comercial es muy bajo y los costos de venta muy
         altos para la población general, que parece continuar sometida a la lógica
         del régimen colonial de las “plantaciones” cuyo objetivo eran las ganancias
         por la exportación del delicioso cacao, base del chocolate, y no el desarrollo
         de un amplio y delicado consumidor local.
            Parece difícil tratar de esclarecer desde cuándo existe el cacao en el
         oriente venezolano, pero es fácil presumir que su presencia es remota pues
         se encuentra en el centro del triángulo geográfico de origen de las tres
         variedades más importantes de cacao: criollo, amazónico o forastero, y el
         trinitario (figura 3). La variedad de cacao criollo se originó en el sur del
         lago de Maracaibo, donde era cultivado por los indígenas, específicamente
         en Maruma, actual municipio Sucre del estado Zulia. Desde esa área, se
         expandió su cultivo a los valles colindantes debido a la creciente demanda
         que se tenía de las deliciosas nueces, por cuya razón se roturaron las tierras
         y se ensanchó la frontera agrícola, al mismo tiempo que se propagaba el
         Teobroma (Ramírez, 2015). En forma particular el área de la costa oriental
         de Venezuela estaba poblada, entre otros, por caribes, palenques (guarinos
         a quienes los españoles llamaban así por las empalizadas con que protegían
         sus viviendas), cumanagotos (hace referencia a todos los pueblos situados
         al oriente de los palenques), caracas y guaiqueríes, comunidades nómadas
         y  semipermanentes,  entre  los cuales  se  pudo transmitir el cultivo del
         cacao al ser una planta autóctona de una región colindante, y de la que
         los indígenas extraían el aceite de sus granos y lo utilizaban para encender
         fogatas, realizaban curaciones y lo intercambiaban como moneda
         (De La Cruz y Pereira, 2009). De ese modo, los cultivos aborígenes
         iniciales fueron propagados intensamente, ya en el siglo XVI y a través del
         sistema de las grandes plantaciones, por los hispanos, quienes sembraron
         las arboledas de cacao en los diferentes valles, pie de montes y planicies de
         buena parte de la Capitanía General. Mediante ese proceso de crecimiento
         de la cultura del Teobroma, se ofreció al mundo una de las especies
         más exquisitas de cacao que actualmente degusta la humanidad
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