Page 226 - Agroecologías insurgentes en Venezuela Territorios, luchas y pedagogías en revolución
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226 |  Agroecologías insurgentes en Venezuela



         las leyes habilitantes, que se genera un conjunto de instrumentos legales
         que  permitieron  reglamentar y  fomentar  actividades  relacionadas con
         el  sistema  agroalimentario  nacional,  como fueron la Ley  Orgánica  de
         Seguridad y Soberanía Alimentaria, la Ley de Salud Agrícola Integral y el
         Decreto-Ley para el Fomento y Desarrollo de la Economía Popular. Este
         último sería derogado en 2010 para elevarse a Ley Orgánica del Sistema
         Económico Comunal (Peña, 2021).Tal efervescencia del marco jurídico,
         durante los primeros años del programa del presidente Chávez, tuvo un
         correlato en la transformación y creación de las instituciones del Estado,
         con el fin de implementar las políticas prefiguradas en estos textos. Las
         organizaciones populares, por tanto, gozaron de un amplio apoyo legal,
         financiero y discursivo durante estos años, que permitió la emergencia
         de numerosas iniciativas alternativas al modelo agroindustrial y destinadas
         a la construcción de formas socialistas de producción y relacionamiento
         social; escenario que favoreció a los sistemas de intercambio solidario.
            Durante estos años, el contexto planetario alimentario marcaba otras
         tendencias. La crisis global financiera y el incremento en los precios de los
         alimentos tuvieron incidencia en el país, a partir del 2009; no obstante, su
         impacto fue menor, y existían las condiciones para enfrentar la contingencia.
         Fue a partir de la muerte del presidente Chávez, en 2013, cuando las fuerzas
         políticas y factores económicos contrarios al Gobierno nacional, con un
         amplio apoyo del Gobierno de los Estados Unidos y aliados regionales,
         generan una afectación creciente y sistemática del sistema alimentario. La
         desaparición de los productos de primera necesidad de los supermercados
         (en su mayoría, propiedad del sector privado), el sabotaje y alteración de
         los sistemas de distribución de alimentos y bienes, sumados a presiones
         desestabilizadoras de los productores  agroindustriales (quienes  son
         altamente dependientes de los petrodólares que provee el Estado), fueron
         generando, en pocos meses, un marcado  clima de desabastecimiento;
         aspecto muy sensible en las ciudades (Felicien et al., 2018; Peña, 2021).
         Las respuestas populares fueron múltiples —y muchas se mantienen en
         la  actualidad—  desde la aparición de formas de economía solidaria;
         la  siembra en balcones,  terrazas,  terrenos abandonados, escuelas o
         patios; la modificación de la dieta de productos procesados a productos
         naturales; hasta recetarios creativos e innovadores, a partir de los alimentos
         disponibles, y el establecimiento de relaciones directas entre consumidores
         urbanos y productores, en ocasiones locales, aunque estas conexiones no
         necesariamente han estado restringidas por la distancia.
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