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por tanto, las falencias del sistema agroindustrial han propiciado la
búsqueda colectiva de opciones alternativas.
La perspectiva ecológica ha jugado un rol importante a favor de la
conformación de las redes locales de alimentos en el Norte global. En
las últimas dos décadas, se ha constatado lo que se denunció hace más de
50 años: el modelo agroindustrial está modificando la biósfera de manera
insustentable, desde la escala local hasta los grandes ciclos biogeoquímicos
planetarios. El uso de fertilizantes inorgánicos, plaguicidas y herbicidas
ha tenido como consecuencias la pérdida de fertilidad de los suelos,
eutrofización de cuerpos de agua, la extinción de muchas especies
acuáticas, la aparición de plagas de alta resistencia, la generación de zonas
muertas en los océanos y la reducción de la inocuidad de los alimentos;
aspectos plenamente conocidos entre las personas participantes de las
redes que aspiran sistemas productivos más sanos para el ambiente, los
consumidores y los productores (Qazi y Selfa, 2005; Wiskerke, 2009).
De igual forma, en el modelo agroindustrial, las distancias entre la
producción, el procesamiento y la distribución de los alimentos tienen
importante incidencia en el consumo de combustibles fósiles, por lo
que la huella de carbono es muy elevada; en este sentido, propiciar redes
locales de cadena corta reduce las emisiones de carbono y contribuye a
la sustentabilidad del sistema agroalimentario. De manera concomitante,
la construcción de tejidos sociales locales, con actores involucrados en la
producción y consumo de alimentos permite la generación de mecanismos
de mutua comprensión, relaciones de respeto, confianza y compromiso,
lo que favorece entramados comunitarios más armónicos y formas más
democráticas para la obtención de los alimentos.
El fenómeno de las RAA asociado a mecanismos locales de producción,
distribución y consumo ha suscitado un intenso debate en torno a lo
local, como categoría. Queda claro que la disminución de las distancias
de traslados, el establecimiento de encuentros y abastos que permitan la
comunión de actores, y en lo posible la reducción de los ciclos metabólicos
del sistema alimentario, pueden redundar en beneficios ecológicos y
sociales para los involucrados; algunos autores (Erler y Dittrich, 2020;
Matacena, 2016; Qazi y Selfa, 2005) destacan que la condición de lo local
no está exenta de desviaciones, como reproducción in situ de formas
de producción globalizadas, o las técnicas de producción del modelo
agroindustrial, la explotación de los trabajadores, la generación de mercados