Page 196 - Agroecologías insurgentes en Venezuela Territorios, luchas y pedagogías en revolución
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196 | Agroecologías insurgentes en Venezuela
de materias primas en nuestros territorios, y favorecieron de esta
manera a los grandes centros europeos metropolitanos de consumo
(Vargas y Sanoja, 2015).
De esta forma, la expansión posterior del capital produjo espacios
sociales de movimientos de flujos de la producción y la distribución de
mercancías, concretándose así, a partir del siglo XVIII, lo que Vargas y
Sanoja (2015) llaman “nacionalidades arcaicas venezolanas”: Maracaibo,
Caracas, Costa nororiental y Guayana. De este modo, dichos territorios
se configuraron como una superposición de regiones geohistóricas y
geoeconómicas surgidas de la sociedad de clases de la formación colonial.
En este orden de ideas, Vargas y Sanoja (2015) refieren también que, a
partir del siglo XIX, la persistencia de la sociedad de clases, característica de
la formación colonial, fue condicionada por la producción de “un espacio
social nacional centralizado en Caracas” que permitió la continuidad
sociocultural del viejo orden territorial con una discontinuidad político
territorial de este, lo cual “produjo el desarrollo de lugares urbanos con
una alta tasa de inversión de capitales públicos y privados, y lugares rurales
con una altísima acumulación de pobreza y atraso socioeconómico” (p. 30).
Es así como, a partir del año 1830, el Estado nación liberal burgués
construyó un proyecto de ordenamiento del territorio nacional capitalista
diseñado desde los intereses de una burguesía latifundista, lo cual se
expresó territorialmente como una “geografía de la desigualdad” (Vargas
y Sanoja 2015). Aunado a lo anterior, el sistema tributario imperante en
el siglo XIX se sustentaba en el comercio exterior, con fuentes como la
agricultura, la cría y los derechos de importación.
Como complemento a lo anterior, Quintero (2014) destaca que, en
las últimas décadas del siglo XIX, se establecen en el campo venezolano
relaciones sociales que corresponden a nuevas formas de producción
—contratación de medianería y peonaje— beneficiosas para el propietario
de la tierra que consolidan y extienden sus dominios y privilegios.
Estas formas de dominación suplen, de algún modo, a las relaciones de
explotación esclavistas imperantes en los siglos XVII y XVIII.
Al respecto, Vargas y Sanoja (2015) explicitan:
(…) tal como ocurre hoy día en Venezuela, en el siglo XIX los
comerciantes (…) obtenían jugosos beneficios con la explotación
del trabajo de los agricultores, a quienes suministraban préstamos