Page 79 - Marx Populi
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Miguel Mazzeo - Marx populi
Mi guel M azzeo - M ar x po puli
En El Anti-Dühring, Engels decía que sin la esclavitud antigua no existiría
el socialismo moderno. El propio Marx planteó que la esclavitud había
valorizado a las colonias, las que, por su parte, contribuyeron a crear el
mercado mundial que fue la condición para el desarrollo de la gran indus-
tria. Marx repudiaba como pocos en su tiempo a una institución tan
horrible como la esclavitud, pero al mismo tiempo la consideraba como
episodio de un proceso “necesario” en pos de la generalización de las condi-
ciones que preparaban el terreno para la emancipación del proletariado.
En un sentido similar, consideraba que la clase trabajadora debía aceptar
los padecimientos de la sociedad burguesa mientras esta creaba los medios
materiales de la nueva sociedad. Sin dudas, estamos frente a una contradic-
ción entre la teoría y la ética.
A la luz turbia de la idea de necesidad histórica (decodif cada según los
formatos canónicos: deterministas y teleológicos, mecánicos y lineales) se desdi-
buja el sentido de la acumulación originaria: se hace pasar por muerte natural
lo que en verdad constituye un crimen. En otras ocasiones hubo lamentos
amargos por la suerte de las víctimas de la acumulación originaria, pero dando
por sentada su condición de proceso “inevitable e irreversible”. Se impuso así
la idea de una misión que es destructiva pero creadora.
Creemos que es tiempo de cuestionar la idea misma de una “misión histó-
rica” de la burguesía. Primero, porque porta una carga cuasi épica que celebra
sus “logros”, sus “triunfos”, sus “hazañas positivas”, y que sólo es justif cable
desde emplazamientos eurocéntricos y evolucionistas. Además, remite a un
relato que es totalmente ajeno al universo del trabajo. Esa idea suele ser la fuente
de una serie de equívocos. Por ejemplo, ha llevado a identif car etapas f ore-
cientes y decadentes, funciones progresistas o retardatarias. En f n: ha servido
para esquematizar de antemano determinados roles, diluyendo la dominación
imperialista y la lucha de clases. Durante un tiempo, desde el marxismo, se
pasó por alto que el capitalismo central no reproducía en el mundo periférico
esa parte de las condiciones que podían hacer posible un desarrollo de carac-
terísticas similares. Lo peor: desde el marxismo la dominación burguesa fue
considerada necesaria para el socialismo.
Pero la burguesía siempre fue burguesía: desenfrenada, despiadada,
violenta, astuta. En la periferia, la lógica del capitalismo central, la lógica
del imperialismo, siempre tendió a destruir y no a sustituir. La acumula-
ción originaria no fue el preámbulo de la industrialización dinámica y a gran
escala. La extracción del excedente fue su norte, jamás el “desarrollo de las
fuerzas productivas”.
En contra de lo que Marx creyó por un tiempo, la burguesía no laboró
jamás en interés de las clases subalternas y oprimidas. No simplif có la lucha
de clases. El mecanismo del proceso de producción capitalista no contribuyó
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