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Miguel Mazzeo - Marx populi
Mi guel M azzeo - M ar x po puli
También, en 1844, en La Sagrada familia, el joven Marx y el joven Engels no
ahorraron críticas al “materialismo mecanicista” al que le contrapusieron un
materialismo coincidente con el humanismo práctico y positivo. En toda la
obra de Marx abundan las profesiones de fe antidogmáticas y se reiteran las
críticas a los postulados doctrinales, sobre todo con relación al socialismo y
al comunismo.
Asimismo, es imposible pasar por alto la ruptura radical que introduce el
Manif esto comunista, en 1848, entre otras cosas por: a) reconocer a la lucha
de clases como el motor de la historia y como un epicentro teórico funda-
mental, principalmente en su condición de matriz de un conjunto de expe-
riencias singulares; b) considerar al cambio revolucionario como corolario de la
acción consciente de los trabajadores y las trabajadoras; c) desplegar un análisis
liminar de la mundialización del capitalismo y d) proponer un universal eman-
cipador a partir de lo concreto: una particularidad oprimida y explotada. Del
Manif esto comunista se puede deducir una enorme conf anza en la capacidad
política de los trabajadores y las trabajadoras.
Ahora bien, en el Manif esto comunista también se pueden hallar una serie
de insumos que nutrieron el eurocentrismo y las posiciones procoloniales del
marxismo; un cierto “humanismo negro”. Aparece un conjunto de dicotomías
–auténticas ataduras binarias– que construye sus respectivas series: lo progre-
sista y lo atrasado, lo moderno y lo premoderno, lo racional y lo irracional,
la civilización y la barbarie, el mundo occidental y el mundo no occidental.
También están presentes algunos elementos que servirán como justif cación
del DIAMAT.
Un conjunto de autores se ha detenido en el contexto histórico de la
producción de textos como el Manifiesto comunista o El Capital. Marx y
Engels escriben el primero en un momento de auge de las luchas popu-
lares, en el marco de una oleada revolucionaria que atravesaba Europa (e
iba un poco más allá) y que sembraba el optimismo histórico por doquier.
Una oleada que, además, presentaba componentes “románticos”. Mientras
que el tiempo histórico de El Capital presentaba aristas menos auspiciosas
para la clase trabajadora: era un momento de reflujo y de reacción, sin
“fantasmas” a la vista.
Es sabido, igualmente, que el viejo Marx se opuso con f rmeza a que
su “esbozo histórico de la génesis del capitalismo en Europa Occidental” se
convirtiera en una “teoría f losóf ca sobre la evolución general” y que, algo
saturado, le dijo a Engels que él se negaba a “escribir recetas para los bode-
gones del porvenir”.
En las primeras páginas de la Historia crítica de la teoría de la plusvalía,
Marx reconocía en los f siócratas a los fundadores de la economía moderna,
pero agregaba: “Los f siócratas, sin embargo, incurrieron en el desacierto de ver
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