Page 83 - Carabobo Bajo Palabra
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carabobo bajo Palabra  83



             ¡Honor al jefe probo
             que hoy hace tributar digno homenaje
             al que allá, en Carabobo
             con sublime coraje
             el yugo quebrantó del coloniaje! .
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            Muchos siguen viendo a Rubén Darío como el poeta exquisito que
          se quedó en su torre de marfil cantándole a la tristeza de las princesas y

          al cuello del cisne que lo interrogaba. A conciencia o no, obvian al recio
          poeta que increpó al imperio en su «Carta a Roosevelt», el mismo que
          desde un inusual ejercicio de autocrítica lírica cuestiona una etapa de su
          creación poética en su magistral Cantos de vida y esperanza:

             Yo soy aquel que ayer no más decía
             el verso azul y la canción profana
             en cuya noche un ruiseñor había
             que era alondra de luz por la mañana
             (…)
             La torre de marfil tentó mi anhelo,
             quise encerrarme dentro de mí mismo,
             y tuve hambre de espacio y sed de cielo
             desde las sombras de mi propio abismo.

            Este es, pues, el Darío, o el Rubén —cada crítico lo llama por su
          primer o segundo nombre, lejos de su nombre de pila—, que deja la
          torre de marfil para cantarle a América, a su historia y a sus próceres.

          Es el Rubén Darío que nombra a Carabobo, ya inmortal antes de ser
          inmortalizada por su verbo.
            Desde Quisqueya, la hermana República Dominicana, atraviesa el
          Caribe la voz del poeta Juan de Jesús Reyes y, desde su «Canto a Bolí-



          [75]_ Rubén Darío, «Oda al Libertador Bolívar», en VV. AA., Un canto a Bolívar
          (Antología poética), Fundación Editorial El perro y la rana, Caracas, 2012, p. 30.
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