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78 earle Herrera
A Vicente Gerbasi lo han definido como el poeta del trópico, sin pre-
tensión de encasillamiento estético. Pero, sin duda, lo real maravilloso
americano de lo que nos hablara Alejo Carpentier es una constante en
su obra. El poeta oyó el llamado de Andrés Bello en su «Alocución a la
poesía»; es, sin provincianismo ni ruralismo, la zona tórrida en toda su
majestuosidad. También en su poesía hay reminiscencias de Neruda.
Leamos al respecto a Francisco Pérez Perdomo:
Como los poetas de mayor jerarquía del grupo Viernes, del cual
formó parte muy activa, Vicente Gerbasi recibe también, en la
primera y última instancia de su obra inicial, Vigilia del náufrago
(1937), el avasallante impacto del gran Neruda de Residencia en
la tierra. Pero ese impacto no violenta y enloquece sus formas
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expresivas .
En verdad, la huella de Neruda la vamos a percibir más allá de la
obra inicial de Gerbasi, y eso no es malo ni es pecado. Empero, no es
Carabobo, en este momento y este espacio, campo para el debate lite-
rario. En una sucesión de imágenes magistralmente logradas, Gerbasi
nos pinta el escenario, los estados de ánimo de las tropas y el desarrollo
mismo de la batalla, la épica en su elevada dimensión:
Con brillo de sol sonaron los clarines
después de un silencio tenso
como el que anuncia cataclismos,
con brillo de sol sonaron los clarines
y sonaron truenos retumbantes
y llovió tierra y arena y piedra
y se levantó el humo de la pólvora
y rodaron solas ruedas de carretas
y se despedazaron cañones
[73]_ Francisco Pérez Perdomo, «Una posición frente a la poesía de Vicente Gerbasi»,
en Vicente Gerbasi, Antología poética, Monte Ávila Editores, Caracas, 1970, p. 353.