Page 540 - De Angostura a Colombia EL COMBATE POR LA LIBERTAD Y UNA MAGNA REPÚBLICA EN 1819
P. 540
538 Valmore Carrero
No sería este el único retrato que a grandes pinceladas literarias se le
aprecia al Libertador en los predios de Angostura. Faltaría para com-
plementar las anteriores características de este singular hombre de la
América, la realizada por uno de sus más consecuentes edecanes quien
durante once años estuvo casi que a la grupa su caballo. Durante los
meses de enero y marzo de 1818, mientras el Libertador transigía en las
acciones de la Campaña del Centro, arribaba a Angostura la segunda
expedición de británicos con el rango de alférez en los Húsares Rojos
en la que aparejaban unos 350 a 400 entre oficiales y efectivos de tro-
pa. Era esta la segunda contrata efectuada en Londres por Luis López
Méndez, quien en misión del gobierno de Venezuela, acopiaba en aquel
reino insumos de guerra y enrolaba militares para la milicia patriota.
Con ellos vino a incorporarse, a uno de los capítulos más decisivos de la
historia venezolana, el joven Daniel Florencio O’Leary quien contaba
con apenas diecisiete años de edad. A su llegada a estos “países” el coro-
nel irlandés empezó a escribir notas de los acontecimientos suscitados
en su entorno y a enviarlos a su natal Cork, con el fin de darlos a cono-
cer a sus familiares y amigos. Fue así como se vio luego recabando cada
documento referido a la Guerra de Independencia y sobre la vida del
hombre que la conducía. Luego de la muerte del Libertador y habiendo
sustanciado gran parte de la documentación que este dejó en grandes
baúles de su archivo personal, se dedicó a seleccionar y a escribir sobre
15
aquellos acontecimientos a los que él llamo “Narración” , siendo luego
[15]_ “Desde mi llegada a América a principios de 1818, comencé a reunir datos y
documentos relacionados con la guerra de independencia y con la vida del hombre
extraordinario que la dirigía. Reunidos al principio con el objeto de transmitir a mis
padres y a mis amigos en Irlanda las impresiones de mi viaje a regiones para ellos y
para mí desconocidas. Tuve la fortuna, desde el comienzo de mi carrera, de merecer de
mi ilustre Jefe la amistad y la confianza que de ella nace; amistad y confianza recíproca
que duraron mientras él vivió, hasta que, destrozado el corazón y bañado el rostro de
lágrimas, vi bajar sus restos mortales á humilde fosa en la Catedral de Santa Marta…”