Page 538 - De Angostura a Colombia EL COMBATE POR LA LIBERTAD Y UNA MAGNA REPÚBLICA EN 1819
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536   Valmore Carrero



               Finalmente, bajo aquel sol abrasador y en medio de las sabanas cha-
             muscadas por el inhóspito verano, el 30 de enero de 1818, brida en ma-
             nos, el general Páez junto a su estado mayor, fue a al encuentro con el
             Libertador. Al estar en las inmediaciones del hato y a la vista del cuartel
             general del jefe supremo, observó que Bolívar había salido a intercep-
             tarlo. Al apreciarse ambos, no dieron tiempo de estar a menos de seis
             metros cuando se desmontaron y se abalanzaron en efusivo abrazo. Al

             tenerlo frente a sí, el general Páez, huraño como debió haberlo sido en
             aquel instante, no pudo evitar la tentación de escrutarlo en lo más vivo
             de sus expresiones, dejando en sus memorias uno de los más vivaces
             retratos que de manera literal se le haya realizado al Libertador:
                   Hallábase entonces Bolívar en lo más florido de sus años y en
                 la fuerza de la escasa robustez que suele dar la vida ciudadana. Su
                 estatura, sin ser procerosa, era, no obstante, suficientemente ele-
                 vada para que no la desdeñase el escultor que quisiera representar
                 a su héroe; sus dos principales distintivos consistían en la excesiva
                 movilidad del cuerpo y el brillo de sus ojos, que eran negros,
                 vivos, penetrantes e inquietos, con mirar de águila, circunstancia
                 que suplía con ventaja a lo que a la estatura faltaba para sobre-
                 salir entre sus acompañantes. Tenía el pelo negro y algo crespo,
                 los pies y las manos tan pequeños como los de una mujer, la
                 voz aguda y penetrante. La tez tostada por el sol de los trópicos;
                 conservaba no obstante la limpidez y lustre que no había podido
                 arrebatarle los rigores de la intemperie ni los continuos y violen-
                 tos cambios de latitud por los cuales había pasado en sus mar-
                 chas. Para los que creen hallar las señales del hombre de armas
                 en la robustez atlética, Bolívar habría perdido en ser conocido lo
                 que había ganado con ser imaginado; pero el artista, con una sola
                 ojeada y cualquier observador que en él se fijara, no podría me-
                 nos de descubrir en Bolívar los signos externos que caracterizan
                 al hombre tenaz en su propósito y apto para llevar a cabo empre-
                 sa que requiere gran inteligencia y la mayor constancia de ánimo.
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