Page 543 - De Angostura a Colombia EL COMBATE POR LA LIBERTAD Y UNA MAGNA REPÚBLICA EN 1819
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             de cinco pies y tres pulgadas inglesas. Tenía el pecho angosto; el
             cuerpo delgado, las piernas sobre todo. La piel morena y algo ás-
             pera. Las manos y los pies pequeños y bien formados que mujer
             había envidiado. Su aspecto, cuando estaba de buen humor, era
             apacible, pero terrible cuando irritado; el cambio era increíble.
               Bolívar tenía siempre buen apetito, pero sabía sufrir hambre
             como nadie. Aunque grande apreciador y conocedor de la buena
             cocina, comía con gusto los sencillos y primitivos manjares del
             llanero o del indio. Era muy sobrio; sus vinos favoritos era grave y
             champaña; ni en la época en que más vino tomaba le vi beber más
             de cuatro copas de aquel o dos de este. Cuando se servía, llenaba
             él mismo las copas de los huéspedes que se sentaba a su lado.
               Hacía mucho ejercicio. No he conocido a nadie como que so-
             portase como él las fatigas. Después de una jornada que bastaría
             para rendir al hombre más robusto, le he visto trabajar cinco o
             seis horas o bailar otras tantas, con aquella pasión que tenía por
             el baile. Dormía cinco o seis horas de las veinticuatro, en hama-
             ca, en catre, sobre un cuero, o envuelto en su capa en el suelo y
             a campo raso, como pudiera sobre blanda pluma. Su sueño era
             tan ligero y su despertar tan pronto, que no a otra cosa debió la
             salvación de la vida en el Rincón de los Toros. En el alcance de
             la vida y en lo fino del oído no le aventajaba no los llaneros. Era
             diestro en el manejo de las armas, y diestrísimo y atrevido jinete,
             aunque no muy apuesto a caballo. Apasionado por los caballos
             inspeccionaba personalmente su cuido, y en campaña o en la
             ciudad, visitaba varias veces al día las caballerizas. Muy esmera-
             do en su vestido y en extremo aseado, se bañaba todos los días, y
             en las tierras calientes hasta tres veces. Prefería la vida del campo
             a la de la ciudad. Detestaba a los borrachos y a los jugadores,
             pero más que a estos a los chismosos y embusteros. Era tan leal y
             caballeroso, que no permitía que en su presencia se hablase malo
             de otros. La amistad era para él palabra sagrada. Confiado como
             nadie, si descubría engaño o falsía, no perdonaba al que de su
             confianza hubiese abusado.
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