Page 15 - Bolívar como político y reformador social
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[Augusto Mijares] BOLÍVAR COMO POLÍTICO Y REFORMADOR SOCIAL



          mujeres, sin oficio y esclavizadas por los prejuicios, crecían aterrorizadas por la
          disyuntiva de prostituirse abiertamente o de aceptar en el matrimonio otra for-
          ma de prostitución disimulada.
            Si es notable la independencia de criterio que en materia de educación
          conserva Bolívar frente a don Simón Rodríguez y a Rousseau, más sorpren-
          dente aún es ver cómo reacciona contra los prejuicios de su época, según los
          cuales tener “un borlado” en la familia era el ideal supremo de todas las per-
          sonas “de calidad”. Bolívar, por el contrario, adelantándose a una revolución
          que todavía está por hacerse en la América Hispana, escribía acerca de la
          educación de su sobrino Fernando Bolívar: “Siendo muy difícil apreciar dón-
          de termina el arte y principia la ciencia, si su inclinación le decide a aprender
          algún arte u oficio yo lo celebraría, pues abundan entre nosotros médicos y
          abogados, pero nos faltan buenos mecánicos y agricultores que son los que
          el país necesita para adelantar en prosperidad y bienestar”.
            Muchas otras ideas e iniciativas del Libertador sobre la educación quisie-
          ra comentar, pero darían extensión abusiva a este prólogo.
            No me privaré, sin embargo, de tomar dos breves citas del borrador in-
          concluso, titulado La instrucción pública, que Bolívar dejó entre sus papeles.
          Sencillas y hermosas, elevadas y tiernas, algunas de sus observaciones sobre
          la formación de los niños no parecen salir del endurecido guerrero y ajetreado
          político que era el Libertador.
            Obsérvese, por ejemplo, con cuánto cariño se duele por los chicos que
          eran víctimas del rigor escolar aceptado entonces en el mundo entero: “De-
          cirle a un niño vamos a la escuela, o a ver al Maestro, era lo mismo que decir-
          le: vamos al presidio, o al enemigo; llevarle, y hacerle vil esclavo del miedo y
          del tedio, era todo uno”.
            Y el remedio que propone contra ese atroz sistema:

               Los premios y castigos morales, deben ser el estímulo de racionales tier-
               nos; el rigor y el azote, el de las bestias. Este sistema produce la elevación
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