Page 174 - América Latina. Huellas y retos del ciclo progresista
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La fuerza del anticorreísmo
En las elecciones de 2013, Correa arrasó con el 57 por ciento y dos
tercios del poder legislativo. Desde entonces se incrementó la ten-
dencia del repliegue de Alianza País sobre su propia fuerza, y el en-
trampamiento de la fuerza gobernante fue largamente aprovechado
por sus detractores.
La Revolución Ciudadana fue desafiada y antagonizaba de modo
diferenciado con el alegato fiscalista y mercadocéntrico por derecha
y la impugnación corporativo-eco-societalista por izquierda. Aunque
pudieron confluir en determinadas coyunturas, en particular al con-
testar la apuesta estatista de Alianza País y sus rasgos autoritarios, la
propia estrategia de confrontación de Correa tendió a no distinguir
la especificidad de las reivindicaciones de unos y otros.
A lo largo de 2015, no obstante, algunas fronteras se desdibujaron.
De la mano de la inédita movilización de las clases medias –en de-
fensa de importaciones sin salvaguardas, en contra de los impuestos
“marxistas” a la herencia y a la plusvalía, en desespero por la caída
del consumo luego de ocho burbujeantes años– operó una insospe-
chada convergencia anticorreísta con los más clásicos actores de la
protesta, indígenas y trabajadores, que rechazaban las decisiones
en materia laboral, ambiental, seguridad social, entre otras. Los de
muy arriba, mientras tanto, expatriaban sus divisas, desinvertían a
granel y profetizaban el colapso económico. Correa debió abando-
nar el proyecto de tasar las grandes fortunas. Era quizás su primera
gran derrota política. El momento transicional había arrancado.
En un entorno de ralentización económica y de impugnación al
proyecto de enmendar la Constitución para permitir la reelección de
autoridades, la confrontación adquirió un cariz violento. Las “ban-
deras negras”, más visibles que las wiphalas, los trapos rojos o el
propio estandarte nacional, arropaban dicho signo de intransigencia
aniquiladora. Mientras tanto, esgrimiendo indistintamente la boliva-
riana tesis del “golpe blando”, el discurso presidencial escamoteaba
la legitimidad de reivindicaciones sociales de cualquier signo.
Aquello operó como un incentivo adicional para su acercamiento
e insufló, aún más, su ánimo destituyente. El canto general no admi-
tía dudas: “Fuera Correa, fuera”. Los bandos en disputa caminaron
desde entonces con el puñal tras la espalda. Latente quizás desde
algún tiempo atrás, la partición del espacio político entre correístas
y anticorreístas lucía espeluznantemente novedosa en medio de los
tambores de guerra que nadie pretendía dejar de tocar. La confra-
ternidad de quienes tienen un mismo adversario –“los enemigos de
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