Page 113 - América Latina. Huellas y retos del ciclo progresista
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ner y Cristina Fernández como los de Lula da Silva y Dilma Rousseff
lograron consolidar plataformas de visibilización cultural hacia fuera
de sus fronteras, además de posicionarse como zonas económicas
de gran importancia en el tablero regional y mundial.
Las políticas culturales de Lula, en particular, forjaron nuevas for-
mas de participación ciudadana, inaugurando uno de los más intere-
santes diseños de política pública coparticipativa entre Estado y po-
blación civil como ha sido el programa “Cultura Viva” y los Puntos de
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Cultura . No fue casual que luego del golpe parlamentario de 2016,
la primera acción de reforma estructural del aparato de gobierno
acometida por el presidente “interino” Michel Temer fuera el cierre
intempestivo del Ministerio de Cultura, hecho que quedó sin efecto
ante la masiva toma de los espacios culturales a nivel nacional por la
ciudadanía y el sector de trabajadores de las artes y la cultura.
Por su parte, en Argentina, luego del fin de la dictadura en 1983,
hubo una ebullición de manifestaciones culturales de todo tipo, con-
tenidas por años de represión política. Pero fue durante el gobierno
de los Kirchner que se configuró una interesante interacción entre
las organizaciones sociales y las políticas públicas de reconocimien-
to de múltiples iniciativas por recuperar la memoria histórica que
intentó borrar la dictadura. Hoy en día, en Argentina se consolida-
ron prácticas tanto estatales como populares de reparación y justicia
respecto a los ingentes daños que ocasionara el Plan Cóndor en la
región y especialmente de apropiación de la memoria como un valor
nacional y popular de gran fuerza identitaria. Uno de los símbolos ya
internacionalizados de esta lucha son sin duda las Madres y Abuelas
de Plaza de Mayo.
La irrupción de un Estado fuerte que protege y promueve los de-
rechos antes ignorados y expoliados por gobiernos nacionales, en
alianzas con gobiernos extranjeros y transnacionales de la industria
y las finanzas, constituye un cambio radical en el sistema de gober-
nanza imperante hasta entonces, no sólo por el rol de nuevo fuerte
y soberano del Estado, sino principalmente por el diálogo que este
se plantea instituir con la ciudadanía al convocarla a la participación
permanente en el diseño y ejecución de políticas, más allá de las
urnas electorales y la democracia representativa.
El siglo xxi arrancó en América Latina con la instalación de una
nueva cultura política, basada en la participación ciudadana y po-
pular, donde se comienzan a esgrimir y consolidar nuevos sentidos
3. Para saber más sobre el programa “Cultura viva” ver: Célio Turino, Puntos de Cultura.
Cultura viva en movimiento, Caseros, RGC Libros, 2013.
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