Page 104 - América Latina. Huellas y retos del ciclo progresista
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como izquierdas plebeyas, y recuperar el pensamiento crítico, agobiado
            por las exigencias de “buen comportamiento” dedicadas a acallar las vo-
            ces que denuncian inconsistencias de los proyectos populares e incluso
            las reprimen. Quisiera polemizar, entonces, con quienes analizan el
            “fin de ciclo progresista” desde una mirada muy condicionada por los
            procesos superestructurales. La polémica tiene dos puntos centrales:
            1. Los procesos populares no comienzan ni terminan con la suerte
            inmediata de determinados gobiernos, en sus lógicas de alianzas,
            en sus proyectos de gobernabilidad. Los procesos populares tienen
            una densidad que abarca los momentos de disputa institucional y
            superestructural, pero su trama es profunda, en un anidar de sub-
            jetividades y revueltas culturales que sólo pueden percibir quienes
            navegan en sus aguas revueltas, en sus humores, en sus duelos y
            esperanzas. Es importante que nuestros análisis puedan realizarse
            desde ese corazón que late en clave de pueblo, y no sólo en los tér-
            minos de su representación inmediata. (Un ejemplo claro de esto es
            que lo que se consideró el fin del peronismo, a partir del golpe de
            Estado realizado en 1955, no era sino la interrupción de un momento
            de lucha del pueblo, que continuó bajo diversas formas y cuyas hue-
            llas todavía estamos viviendo.)

            2. Dentro del grupo de países que se engloban como “progresistas” se
            consideran procesos muy diversos, algunos de los cuales se proponen
            –o al menos así lo proclaman– revoluciones populares, antiimperialis-
            tas, socialistas, descolonizadoras, y otros que asumen políticas articu-
            ladas profundamente con la reconfiguración del capitalismo mundial.
            En unos y otros perviven ideologías de variadas izquierdas, que consi-
            deran la necesidad de atravesar por un proceso etapista, en el que la
            justicia social que provee la redistribución en la esfera del consumo
            antecede a la desarticulación del poder patriarcal y colonial.
             Visto desde la perspectiva de las mujeres, en estos gobiernos, de
            diferentes modos, hemos accedido en una mayor medida a bienes
            de consumo, pero no necesariamente al protagonismo en la creación
            de poder popular. Y si hablamos de los pueblos originarios es dudoso
            el lugar que se les asigna en la mayoría de los gobiernos progresistas,
            poniéndose en tela de juicio su papel de sujetos de los mismos: es
            así como pueden “incluirse” en el modelo de consumo que derrama
            el “desarrollo”, pero no cuestionar dicho modelo, y menos crear sus
            propios modos de “buen vivir”.
             Escribe Verónica Gago: “En América Latina, en la última década,
            hemos visto resurgir el debate sobre el desarrollo, bajo la fórmula de

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