Page 99 - América Latina. Huellas y retos del ciclo progresista
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ciar la capacidad de transformación de las relaciones económicas
y sociales; son la posibilidad de destinar recursos para políticas y
programas, la posibilidad de generar la agenda política, entre otras
potencialidades.
Sin embargo, es insuficiente porque el Estado está inmerso y des-
bordado por las relaciones económicas, sociales y políticas dispues-
tas por el sistema capitalista que lo define. Construir un gobierno
alternativo implica luchar, por un lado, contra las leyes y disposicio-
nes institucionales que reglamentan y norman su funcionamiento,
en la búsqueda de ir construyendo nuevas institucionalidades. Los
grandes poderes económicos y sus empresas de comunicación
constituyen otra de las adversidades a las cuales se deben enfren-
tar estos gobiernos alternativos, como pudo verse en Venezuela,
Argentina o Ecuador, pero también durante las gestiones progresis-
tas de Bogotá, donde la avalancha de descrédito y desprestigio pro-
palada por los medios de comunicación hegemónicos logró hacer
un notorio daño e incidir en resultados electorales adversos que
impidieron su continuidad.
Esa disputa contra la vieja institucionalidad y por la construcción
de una nueva, así como la lucha contra los grandes poderes econó-
micos, necesita de un papel activo, dinámico y propositivo de los
movimientos populares y la sociedad organizada. La construcción
de contrahegemonía no puede reducirse al ejercicio de la institu-
cionalidad, sino que necesita complementarse con la organización,
la movilización y la construcción de propuestas de la sociedad en
su conjunto. La continuidad de los gobiernos alternativos allí donde
hay un movimiento social y popular respaldándolo ratifica la nece-
sidad de un diálogo crítico y autónomo, pero constructivo, entre
movimientos y partidos/ gobiernos.
Las gestiones progresistas de Bogotá nos demostraron que la
corrupción se constituye como un fenómeno extendido en la ins-
titucionalidad política estatal, que ha permeado también a los go-
biernos alternativos, y frente a los cuales los movimientos sociales
deben jugar un papel de veeduría que permita fortalecer la búsque-
da de una nueva institucionalidad, y purgarla de los costos éticos,
políticos y económicos que significa la corrupción.
Las contradicciones posibles entre algunas políticas de gobiernos
alternativos y los intereses expresados por los movimientos socia-
les se convierten en otro nudo a desenredar. El caso del extractivis-
mo, en países con tanta riqueza en sus bienes comunes como es el
caso de América Latina, tal vez haya sido el ejemplo más evidente
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