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Visiones del ayer y hoy


          encima de la rodilla, es la de un   rotas,  ni  momias,  ni  calaveras.   del  escombro  un  emblema.  Ese
          hombre que penetra en un recinto   Es la arqueología de lo que he   es el paisaje que he visto, por no
          olvidado, en un lugar de arañas,   presenciado y ya no existe. Para   decir que, en el fondo, mis ojos
          y  enciende  una  linterna  para   vivir en esta ciudad no necesitamos   nunca  han  visto  ningún  paisaje.
          contemplar el pasado. Signos,    de ningún monumento que tenga    Desde luego, no se trata de una
          cofres  misteriosos,  lenguajes  a bien la gentileza de recordarnos   ciudad  que  se  reconstruye  al
          olvidados se abren ante sus ojos,   su historia. La historia, la única   estilo de Berlín en los inmediatos
          como un desafío incomprensible.   historia posible, somos nosotros, y   años de la posguerra. Reconstruir
          Alguna vez fui turista  en la    la ciudad comienza y recomienza   una ciudad es asumir que todo
          colosal ladera de Machu Picchu,   un martes cualquiera como el    lo que había en ella era cierto y
          y aparte del asombro ante una    pajarraco de los romanos, después   satisfactorio, como el vestíbulo
          magnificencia     imprevisible,  de una nueva resurrección. El    de la ópera de  Viena. Pero
          prevaleció en mí el desconcierto de   pasado nunca me hizo falta para   Caracas pertenece al ámbito de la
          un secreto abrumador, esto es, el   vivir en ella. Por el contrario,   destrucción deliberada, como un
          uso de Machu Picchu. Nadie sabe   mi pasado, sí. Quiero decir que   ladrillo erróneo que termina por
          a ciencia cierta, el sentido final   me parece habitual, y quién   no dejamos satisfechos. Caracas
          de semejante esfuerzo y por más   sabe si lógico, haber perdido la   es una ilusión de inconformes,
          que uno imagine y reconstruya un   memoria de la casa donde vivió   y asumirla de otra manera es,
          verdor olvidado e invente paredes   el gramático Bello. Lo que me   sencillamente, creer que vivimos
          donde ahora hay cascos y pueble   parece perturbador es no saber   en otra parte y no en lo que hemos
          el lugar de incas exultantes,    dónde quedo yo, en medio de      fabricado, mientras tanto y por si
          y  vírgenes   consagradas,  la   una arquitectura que ni siquiera   acaso.
          montaña terminará por reducirse   ha tenido la posibilidad de        A veces cierta retórica, cierta
          a un enigma impenetrable. Pero   acompañar a una generación.      visión apolínea, mediante la
          si apelo a mi memoria, Caracas      La arqueología a que me       cual una ciudad es un deber,
          es un monumento enterrado una y   refiero es la arqueología del   nos lleva a una amarga queja
          otra vez, a la espera de esa nueva   derrumbe.  Porque,  así  como  hay   ante  cuatrocientos  años  de
          arqueología que me gustaría      personas que proclaman con       provisionalidad.   Son    esas
          proponer.                        orgullo pertenecer a un pueblo de   ocasiones donde nos provocaría
            Debajo de ella está mi vida,   grandes constructores, me atrevo a   que  Caracas  hubiese  sido
          puesto que se trata de una       exhibir hasta con cierta jactancia,   inaugurada alguna vez como un
          arqueología  para reencontrarme   que provengo de un pueblo de    todo más o menos acabado, o
          a  mí  mismo,  una  arqueología   grandes “derrumbadores”, un     por  lo  menos  satisfactorio. Se
          sin piedras viejas, ni vasijas   pueblo demolicionista que hizo   habla entonces de humanizarla,
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