Page 345 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa


                  (La señora Josefa viene atrás haciendo sorbidos labidentales
              y quejándose sordamente del martillazo.)


              señora josefa: Schf… uhm… uhm… ¡ay!…
              señora: ¡Pero bendito sea Dios que ese condenado mu-
                  chacho va a acabar con mi vida!… ¡Bernardo, vaya
                  a dejar ese martillo, que usté no puede hacer fuerza!…
                  ¡Dígame eso!… Menos mal que el martillazo se lo dio
                  a la señora Josefa que es de confianza. Porque si le llega
                  a dar a un mosaico de esos, hubiera yo pasado esa pena
                  con el dueño de la casa. ¿Le duele mucho, señora Josefa?

              señora  josefa  (Feroz):  No.  Él  me  anestesió  antes  de
                  darme el martillazo.
              bernardo (Llegando, chismoso): ¡Mamaíta, aquí Lucrecia
                  me está diciendo que cuando se vaya la visita le voy a
                  dejá una oreja en la mano!…
              señorita: Embuste, mamaíta, fue que él se puso a bailá
                  con el perro y no deja bailá a la gente tranquila.
              señora: Bueno, ya está, Bernardo, vaya a decirle a los
                  portugueses de al lado que amarren el chivato, que
                  vamos a poner «Taboga».


                  (Vuelve a rodar el disco, y de nuevo se pega en …ga mía
              …ga mía.)


              Denle un empujoncito, que él se compone en lo que pase
                  «yo no te puedo olvidar».






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