Page 350 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles


                (Se oye un segundo alarido, todavía más espeluznante que
            el anterior.)

                —¡Aaaayyyyy…!
                —¿Y ese, señorita? ¿Ese es otro cliente?
                —No, ese es el mismo. Lo que pasa es que aquí los
            clientes acostumbran gritar dos veces: El primer grito lo
            pegan cuando el doctor les arranca la muela…
                —¿Y el segundo?
                —Cuando les arranca los veinte bolívares. Es una
            norma que no falla en esta clínica. Y si no, fíjese en ese
            señor que va a entrar ahora.

                (Se abre el fondo de una puerta y por ella sale la cara del
            dentista, que ordena con un espantoso vozarrón.):


                —¡El otro!

                (Entra por la puerta un tembloroso caballero. Hay una
            pausa de silencio, al cabo de la cual se oye el clásico grito.)


                —¡Aaayyyy…!
                —¿Se fija? Ya le arrancó la muela.

                (Nueva pausa de silencio, y revienta otro desgarrador
            berrido.)

                —¡Aaaaayyyyyy…!
                —Ahora le está arrancando los veinte bolívares.







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