Page 327 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa
mande muchos ángeles al cielo». A estos buenos deseos
seguía el refresco, compuesto por lo común de frutas,
dulces, caratillo y huecas de varios colores, o sea azuca-
rillos, como los llaman en España. Los convidados dis-
frutaban al son de la música del suntuoso refresco del
angelito, y algunos menos escrupulosos hacían provisión
para toda la semana…
De un festivismo más primitivo y parrandero resul-
taban los mortuorios infantiles entre las gentes de los ce-
rros y barrios pobres. Vestido el muertecito con profusión
de colorines y papeles rizados, al acostarlo sobre la mesa
cubierta de flores se le ponía en la barriga por debajo de la
ropa un hierro de aplanchar sin asa, o una piedrita plana,
para evitar con ese peso el abombamiento; y con las con-
tribuciones en aguardiente, dulces, café y chocolate traídas
por los invitados, poníase una fiesta con joropos, recita-
ciones y juegos de salón que se prolongaban hasta por tres
y cuatro días, al son del arpa y las maracas. Era tradicional
que en estas fiestas los tabacos con que se obsequiaba a la
concurrencia corrieran por cuenta del padrino de la cria-
tura, y que en homenaje al angelito, entre tanda y tanda de
joropo, cantase alguna muchacha las más lánguidas can-
ciones del repertorio romántico aprendido en las serenatas
de ventana:
Ángel hermoso a quien amor juré,
sombra querida que en mi mente estás,
paloma pura cuyo vuelo alcé,
dime por qué,
dime por qué
no me amas más.
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