Page 323 - Sencillamente Aquiles
P. 323
aquiles nazoa
las tarjetas de invitación a bailes o a recepciones de boda, los
encargados de repartirlas no eran los criados de la casa, sino
unos extraños mensajeros servidos para ese menester por la
propia empresa de pompas fúnebres. Especie de ceremo-
niosos caballeros del siglo XVIII, en correspondencia
perfecta con sus chatas zapatillas de ancha hebilla a lo rey de
la baraja, vestían calzón corto ceñido a la rodilla, chaleco
y casaquín, todo de brillante seda negra como las medias y
como el largo crespón que les caía del sombrero de alas
vueltas estilo cuáquero. Realzada la luctuosa imponencia
de la vestimenta por los cordones de plata que les fulgían
en las bocamangas, en la costura del calzón y en los bordes
del sombrero, andaban por parejas en solemne marcha de
pasos medidos, y para completar la majestad espectacular
de su aspecto, llevaba cada cual un alto bastón a la manera de
los maestros de ceremonia de los antiguos actos de la rea-
leza o del tambor mayor en los desfiles militares, solo que
en su caso el bastón mostraba también un crespón de luto en
amplio lazo de dos guías. Que el chaleco y los guantes
de los mensajeros fueran blancos indicaba que el fallecido
a cuyas exequias invitaban era un niño.
Casi en contraste con la fúnebre pesantez de sus or-
lados negros, con sus severos encabezamientos de cruces
lisadas o treboladas, mostraban estas tarjetas en su texto un
tierno afán de investir el acto de morir con los atributos de
un hermoso sueño o de un apacible vuelo: «Confortada por
los Santos Sacramentos y con la bendición de sus padres,
se ha dormido en la Paz del Señor la señorita María E.
García». Y a continuación de la súplica a acompañar a los
adoloridos deudos en el acto del sepelio, venía el ramillete
de adelfas sobre la tumba de María, trazas del más edul-
corado romanticismo funerario, inspiración de literatos de
323