Page 322 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles


            el de los Hijos de Dios, uno de los más bellos que haya
            tenido jamás ciudad alguna y en cuya demolición se per-
            dieron los restos de Juan Vicente González, el primero
            de sus poetas. Desde 1857 existió el Cementerio de San
            Simón, demolido en 1889 para construir en sus terrenos
            el Hospital Vargas. En sus inmediaciones estaba el de Las
            Mercedes, fundado en 1862, refaccionado en 1864 y clau-
            surado en 1876. Por los mismos años existió el Cemen-
            terio Militar de Catia, fundado bajo la administración del
            mariscal Falcón en los años siguientes a la Guerra Fe-
            deral. Para enfrentar tan odiosa tradición como era la de
            discri minar a los protestantes y judíos, así como a los sui-
            cidas, obligando a sus deudos a enterrarlos detrás de los
            camposantos, en 1843 se construyó por iniciativa del gran
            dibujante y diplomático británico Robert Kerr Porter, el
            Cementerio de los Ingleses, al que siguió en 1853 el de los
            Alemanes, ambos en la zona después conocida por anto-
            nomasia como Quinta Crespo. Muchos de estos pequeños
            cementerios, cuyas blancas tapias y altos cipreses satu-
            raron por mucho tiempo el ámbito de la ciudad de una
            poesía triste y serena, fueron abandonados o demolidos al
            inaugurarse, por Guzmán Blanco el 5 de julio de 1876, el
            Cementerio General del Sur.
                Con el establecimiento de la primera agencia fune-
            raria que conoció la ciudad, la de don Antonio Echaíz
            fundada en 1849, se iniciaba la sociedad caraqueña de
            aquellos años en la costumbre de participar las defun-
            ciones e invitar a los actos funerarios por medio de anchas
            tarjetas impresas, muestra de la más severa artesanía del
            blanco y negro, donde la tipografía romántica llevó a sus
            máximas posibilidades expresivas el vasto repertorio de las
            orlas y viñetas alegóricas a la muerte. A diferencia de

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