Page 282 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles
mismo que el estilo madrigalesco de sus letras, denuncia
su prosapia europea. Las «folías», originadas en Anda-
lucía con remoto ancestro en los antiguos madrigales del
primer Renacimiento italiano, llegaron a América con los
conquistadores, y por su carácter cadencioso y lánguido
prendieron inmediatamente en la sensibilidad melancólica
de las esclavitudes. El elemento rítmico que le impuso el
pueblo negro no permite descubrir con facilidad el cerca-
nísimo parentesco que identifica a las fulías barloventeñas
con las tonadas y cantos de ordeño que se escuchan en las
regiones ganaderas de los llanos.
De origen hispánico muy puro es también nuestro
baile más popular, el joropo, que cantado o no, se asiste
normalmente del arpa, las maracas y el cuatro. Sus va-
riantes más reputadas son las de Miranda y Aragua en las
proximidades de Caracas y los coloreados «golpes» y «co-
rríos» llaneros por el rumbo sur del país. Las dificultades
del arpa criolla para actuar como solista o cantante, son
compensadas por los buenos arpistas con recursos de or-
namentación y empaste musical que exigen del ejecutante
una agilidad prodigiosa, tanto de inventiva como para
mover los dedos. Un exponente genial de ese raro virtuo-
sismo hoy cotizadísimo por las empresas grabadoras, es el
nacionalmente famoso «Indio» Figueredo, arpista de San
Fernando de Apure.
Al acompañante inseparable del arpa, a la pequeña
guitarra tetracorde que nos emparienta con el timple de
las Canarias, con el ukelele de Hawai o con el charango
boliviano, a nuestro típico cuatro le ha consagrado merití-
simos estudios el maestro Freddy Reyna, en quien la po-
pular guitarrilla de los venezolanos ha venido a conocer su
Espinel y al mismo tiempo su Segovia.
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