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            mismo que el estilo madrigalesco de sus letras, denuncia
            su prosapia europea. Las «folías», originadas en Anda-
            lucía con remoto ancestro en los antiguos madrigales del
            primer Renacimiento italiano, llegaron a América con los
            conquistadores, y por su carácter cadencioso y lánguido
            prendieron inmediatamente en la sensibilidad melancólica
            de las esclavitudes. El elemento rítmico que le impuso el
            pueblo negro no permite descubrir con facilidad el cerca-
            nísimo parentesco que identifica a las fulías barloventeñas
            con las tonadas y cantos de ordeño que se escuchan en las
            regiones ganaderas de los llanos.
                De origen hispánico muy puro es también nuestro
            baile más popular, el joropo, que cantado o no, se asiste
            normalmente del arpa, las maracas y el cuatro. Sus va-
            riantes más reputadas son las de Miranda y Aragua en las
            proximidades de Caracas y los coloreados «golpes» y «co-
            rríos» llaneros por el rumbo sur del país. Las dificultades
            del arpa criolla para actuar como solista o cantante, son
            compensadas por los buenos arpistas con recursos de or-
            namentación y empaste musical que exigen del ejecutante
            una agilidad prodigiosa, tanto de inventiva como para
            mover los dedos. Un exponente genial de ese raro virtuo-
            sismo hoy cotizadísimo por las empresas grabadoras, es el
            nacionalmente famoso «Indio» Figueredo, arpista de San
            Fernando de Apure.
                Al acompañante inseparable del arpa, a la pequeña
            guitarra tetracorde que nos emparienta con el timple de
            las Canarias, con el ukelele de Hawai o con el charango
            boliviano, a nuestro típico cuatro le ha consagrado merití-
            simos estudios el maestro Freddy Reyna, en quien la po-
            pular guitarrilla de los venezolanos ha venido a conocer su
            Espinel y al mismo tiempo su Segovia.

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