Page 122 - Sábado que nunca llega
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earle herrera


            morrona. Cuando recogía el dinero Indio Conopoima lo
            descubrió y sin más, le preguntó si quería ser su secretario:
            tendría ropa y comida y algunos cobres siempre en el
            bolsillo y aprendería el oficio. No se sabe si Cerote dijo
            «sí» o «no» pero lo cierto es que se les vio marchar a los dos
            juntos, ambos echaron a andar hacia las afueras del pueblo,
            Indio Conopoima adelante con su ancho maletín marrón
            de brujo y curandero y Cerote detrás, tambaleándose
            porque casi no podía con la enorme culebra que el Indio le
            enrolló en el pescuezo y en todo el cuerpo, yéndose de aquí
            y de allá como un borracho, comiéndose un pedazo de pan
            que su nuevo patrón le dio como adelanto y perdiéndose
            para siempre del pueblo, camino de oriente, rumbo del sol.
                A sus padres les contaron que  Indio  Conopoima
            embrujó al muchacho y se lo llevó, y que parecía una cosa
            rara caminando hacia el sol, en zigzag, envuelto en los
            ceros que a su alrededor formaba la lúbrica y descomunal
            culebra, y comiéndose un pan. Y les dijeron que a lo lejos
            no se podía distinguir cuál era la cabeza de Cerote y cuál la
            de la culebra y que más bien, niño y boa, parecían un solo
            animal con dos cabezas que caminaban torpemente hacia el
            sol, debilucho y borracho. Los padres de Cerote escucharon
            todo sin decir nada y después bajaron la cabeza, sin decir
            nada. Nadie sabía que ellos mismos le habían vendido
            Cerote a Indio Conopoima por unos cuatro reales y no se
            sentían muy bien y les molestaba la conversación de la gente
            porque lo hicieron por el bien de todos pero no imaginaban
            que Cerote se iría del todo. Esa misma y por todas las
            noches sucesivas Cerote se les metería sigiloso en el sueño
            a los dos y empezaría a contarles raras historias, extrañas
            e incomprensibles historias, incongruentes historias con su
            lengua viperina de culebra ensalmada y viajera.

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