Page 392 - Lectura Común
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La lectura común                                Escrito sobre el aire
              detrás de los matorrales, por encima de los penachos de las pal-
              mas, sobre la fila de los bosques de galería. Se renueva la marcha.
              Truena con escándalo y a poco el cielo entero se desploma: el
              aguacero obliga a cubrirse el cuerpo con los cauchos y las cobi-
              jas. El ala de los sombreros semeja un tejado de fieltro y trapo por
              donde se escurre la lluvia. Un novillo y dos novillas se espantan
              con una centella y emprenden la fuga. Dos, tres enlazadores, bara-
              justan sus caballos, preparan la soga. El suelo inundado estorba
              la carrera. Finalmente les dan alcance. Un lazo gotero ahorca al
              novillo que se siembra en el barro. Uno de los enlazadores falló su
              lazo y la novilla se perdió entre los cerrados matorrales. La otra
              fue cogida derribándola por la cola.
                  Los dos desertores son devueltos a la marcha, a la espera de
              que la novilla rebelde sea rescatada. No tardan los contrapunte-
              ros en atraparla, la traen sometida por dos sogas pareadas.
                  Prosigue la trashumancia. Enfrente los espera el infierno, el
              coñal de Palmarote. Espinares, cieno arcilloso bajo el agua negra   [ 391 ]
              encharcada. Abunda la avispa, zumba la plaga. El ganado en la
              travesía de ese horror se dispersa y hay que reagruparlo. Gritos,
              órdenes, maldiciones, se escuchan entre el follaje espinoso. Un
              zorro con mal de rabia salta a pocos centímetros de mi caballo
              y se pierde entre el desorden y los chiribitales. Hace unas horas
              cesó de llover y el trueno anuncia su regreso. Los caballos hacen
              esfuerzo por avanzar en los tremedales, las zanjas y las bombas de
              agua. Es casi oscuro cuando finalmente se vislumbra una abra.
                  La casa del hato Palmarote asoma su patio y su majada. Para
              los extenuados viajeros es una tierra prometida. Cuando desen-
              sillan, los lomos de sus caballos muestran mataduras de pena, los
              ijares acuchillados. Después del encierro, no más termina el goce
              del baño bajo una ducha improvisada y antes de que se desplome
              la noche, un pueblo de chinchorros y mosquiteros cubre los corre-
              dores. El zumbido y el acoso de la plaga desveló a más de uno de
              nosotros, pero el cansancio terminó por rendirnos.








       Lectura comun heterodox   391                                   13/4/10   12:36:21
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