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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


              de su programa y origen revolucionarios. En vez de acelerar el proceso
              de la Revolución Mexicana, como se esperaba de parte de muchos, el
              gobierno de Calles lo ha contenido y sofrenado. La extrema izquierda,
              que no ahorra censuras a Calles, denuncia al laborismo que su gobierno
              representa como, un laborismo, archidomesticado.
                 Por  consiguiente,  la  agitación  católica  y  reaccionaria  no  aparece
              creada por una política excesivamente radical del gobierno de Calles.
              Aparece,  más  bien,  alentada  por  una  política  transaccional  que  ha
              persuadida a los conservadores del declinamiento del sentimiento revo-
              lucionario y ha separado del gobierno a una parte del proletariado y a
              varios intelectuales izquierdistas.
                 El proceso del conflicto revela plenamente su fondo político. México
              atravesaba un período de calma cuando los altos funcionarios eclesiás-
              ticos anunciaron de improviso, y en forma resonante, su repudio y su
              desconocimiento a la Constitución de 1917. Esta era una declaración de
              beligerancia. El gobierno de Calles comprendió que preludiaba una activa
              campaña clerical contra las conquistas y los principios de la Revolución.
              Tuvo que decidir, en consecuencia, la aplicación integral de los artículos
              constitucionales relativos a la enseñanza, y el culto. El clero, manteniendo
              su actitud de rebeldía, no ocultó su voluntad de oponer una extrema resis-
              tencia al Estado. Y el gobierno quiso entonces, sentirse armado suficien-
              temente para imponer la ley. Nació así ese decreto que amplía y reforma
              el  Código  Penal  Mexicano  estableciendo  graves  sanciones  contra  la
              transgresión y la desobediencia de las disposiciones constitucionales.
                 Este es el decreto contra el cual insurge el clero mexicano, Suspen-
              diendo los servicios religiosos en las iglesias e invitando a los fieles a una
              política de no cooperación, disminución de sus gastos al mimo posible a
              fin de reducir en lo posible, su cuota al Estado. El rigor de algunas dispo-
              siciones, verbigratia, la que prohíbe el uso del hábito religioso fuera de
              los templos, es, sin duda, excesivo. Pero no se debe olvidar que se trata de
              una ley de emergencia reclamada al gobierno por la necesidad política,
              más que por el compromiso programática o ideológico de aplicar, en el
              terreno de la enseñanza y del culto, los principios de la Revolución.
                 La Iglesia invoca esta vez en México un postulado liberal: la libertad
              religiosa.  En  los  paí ses  donde  el  catolicismo  conserva  sus  fueros  de


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