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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


              entonces con especial favor. Los alentaba el letargo y la anestesia de las
              masas, transitoriamente desprovistas de un animador, de un caudillo.
              Pero un pueblo, que tan porfiadamente se había batido por su derecho
              a la posesión de la tierra, no podía resignarse a este régimen feudal y
              renunciar a sus reivindicaciones. Además, el crecimiento de las fábricas
              creaba un proletariado industrial, al cual la inmigración extranjera apor-
              taba el polen de las nuevas ideas sociales. Aparecían pequeños núcleos
              socialistas y sindicalistas. Flores Magón, desde Los Ángeles, inyectaba en
              México algunas dosis de ideología socialista. Y, sobre todo fermentaba en
              los campos un agrio humor revolucionario. Un caudillo, una escaramuza
              cualquiera podían encender y conflagrar al país.
                 Cuando se aproximaba el fin del séptimo período de Porfirio Díaz
              apareció el caudillo: Francisco Madero. Madero, que hasta aquel tiempo
              fue un agricultor sin significación política, publicó un libro anti-reeleccio-
              nista. Este libro, que fue una requisitoria contra el gobierno de Díaz, tuvo
              un inmenso eco popular. Porfirio Díaz, con esa confianza- vanidosa en su
              poder que ciega a los déspotas en decadencia, no se preocupó al principio
              de la agitación suscitada por Madero y su libro. Juzgaba a la personalidad
              de Madero una personalidad secundaria e impotente. Madero, aclamado
              y seguido como un apóstol, suscitó en tanto, en México, uña caudalosa
              corriente anti-reeleccionista. Y, la dictadura, alarmada y desazonada, al
              fin, sintió la necesidad de combatirla violentamente. Madero fue encar-
              celado. La ofensiva reaccionaria dispersó al partido anti-reeleccionista;
              los “científicos” restablecieron su autoridad y su dominio; Porfirio Díaz
              consiguió su octava reelección; y la celebración del Centenario de México
              fue unas: faustuosa apoteosis de su dictadura. Tales éxitos llenaron de
              optimismo y de confianza a Díaz y su bando. El término de este gobierno,
              estaba, sin embargo, próximo. Puesto en libertad condicional, Madero
              fugó a los Estados Unidos, donde se entregó a la organización del movi-
              miento revolucionario. Orozco reunió, poco después, el primer ejército
              insurreccional. Y  la  rebelión  se  propagó  velozmente.  Los “científicos”
              intentaron atacarla con armas políticas. Se declararon dispuestos a satis-
              facer la aspiración revolucionaria. Dieron una ley que cerraba el paso a
              otra reelección. Pero esta maniobra no contuvo el movimiento en marcha.
              La bandera anti-reeleccionista era una bandera contingente. Alrededor


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