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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


              III


                 Tornemos a nuestra cuestión. ¿Existe un pensamiento característi-
              camente hispano-americano?
                 Me  parece  evidente  la  existencia  de  un  pensamiento  francés,  de
              un pensamiento alemán, etc., en la cultura de Occidente. No me parece
              igualmente evidente, en el mismo sentido, la existencia de un pensa-
              miento hispano-americano. Todos los pensadores de nuestra América se
              han educado en una escuela europea. No se siente en su obra el espí-
              ritu de la raza. La producción intelectual del continente carece de rasgos
              propios. No tiene contornos originales. El pensamiento hispano-ameri-
              cano no es generalmente sino una rapsodia compuesta con motivos y
              elementos del pensamiento europeo. Para comprobarlo basta revistar la
              obra de los más altos representantes de la inteligencia indo-íbera.
                 El espíritu hispano-americano está en elaboración. El continente,
              la raza, están en formación también. Los aluviones occidentales en los
              cuales se desarrollan los embriones de la cultura hispano o latino-ameri-
              cana, —en la Argentina, en el Uruguay, se puede hablar de latinidad— no
              han conseguido consustanciarse ni solidarizarse con el suelo sobre el
              cual la colonización de América los ha depositado.
                 En gran parte de Nuestra América constituyen un estrato superficial
              e independiente al cual no aflora el alma indígena, deprimida y huraña, a
              causa de la brutalidad de una conquista que en algunos pueblos hispano-
              americanos  no  ha  cambiado  hasta  ahora  de  métodos.  Palacios  dice:
              «Somos pueblos nacientes, libres de ligaduras y atavismos, con inmensas
              posibilidades y vastos horizontes ante nosotros. El cruzamiento de razas
              nos ha dado un alma nueva. Dentro de nuestras fronteras acampa la
              humanidad. Nosotros y nuestros hijos somos síntesis de razas». En la
              Argentina es posible pensar así; en el Perú y otros pueblos de Hispano-
              América,  no. Aquí  la  síntesis  no  existe  todavía.  Los  elementos  de  la
              nacionalidad en elaboración no han podido aún fundirse o soldarse. La
              densa capa indígena se mantiene casi totalmente extraña al proceso de
              formación de esa peruanidad que suelen exaltar e inflar nuestros sedi-
              centes nacionalistas, predicadores de un nacionalismo sin raíces en el
              suelo peruano, aprendido en los evangelios imperialistas de Europa, y


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