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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista
El pan-americanismo, en tanto, no goza del favor de los intelectuales.
No cuenta, en esta abstracta e inorgánica categoría, con adhesiones
estimables y sensibles. Cuenta sólo con algunas simpatías larvadas. Su
existencia es exclusivamente diplomática. La más lerda perspicacia
descubre fácilmente en el pan-americanismo una túnica del imperia-
lismo norteamericano. El pan-americanismo no se manifiesta como un
ideal del Continente; se manifiesta, más bien, inequívocamente, como un
ideal natural del Imperio yanqui. (Antes de una gran Democracia, como
les gusta calificarlos a sus apologistas de estas latitudes, los Estados
Unidos constituyen un gran Imperio). Pero, el pan-americanismo
ejerce —a pesar de todo esto o, mejor, precisamente por todo esto— una
influencia vigorosa en la América indo-íbera. La política norteameri-
cana no se preocupa demasiado de hacer pasar como un ideal del Conti-
nente el ideal del Imperio. No le hace tampoco mucha falta el consenso
de los intelectuales. El pan-americanismo borda su propaganda sobre
una sólida malla de intereses. El capital yanqui invade la América indo-
íbera. Las vías de tráfico comercial pan-americano son las vías de esta
expansión. La moneda, la técnica, las máquinas y las mercaderías norte-
americanas predominan más cada día en la economía de las naciones del
Centro y Sur. Puede muy bien, pues, el Imperio del Norte sonreírse de
una teórica independencia de la inteligencia y del espíritu de la América
indo-española. Los intereses económicos y políticos le asegurarán, poco
a poco, la adhesión, o al menos la sumisión, de la mayor parte de los inte-
lectuales. Entre tanto, le bastan para las paradas del pan-americanismo
los profesores y los funcionarios que consigue movilizarle la Unión Pan-
Americana de Mr. Rowe.
II
Nada resulta más inútil, por tanto, que entretenerse en platónicas
confrontaciones entre el ideal ibero-americano y el ideal pan-americano.
De poco le sirve al ibero-americanismo el número y la calidad de las adhe-
siones intelectuales. De menos todavía le sirve la elocuencia de sus lite-
ratos. Mientras el ibero-americanismo se apoya en los sentimientos y las
tradiciones, el pan-americanismo se apoya en los intereses y los negocios.
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