Page 421 - La escena contemporánea y otros escritos
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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista
de las Naciones se neutralizan cortésmente; el monroísmo descubre
su sentido negativo, su función yanqui, no americana. Estados Unidos
encuentra en una revolución como la de Nicaragua motivo suficiente
para intervenir con sus barcos, sus aviones y su marinería; pero, ante un
conflicto armado entre dos países hispano-americanos siente la nece-
sidad de no rebasar el límite de la más estricta y prudente neutralidad.
Los problemas de política interna concurren a hacer extremada-
mente peligrosa cualquiera fricción. En el caso de Bolivia, la situación del
gobierno de Siles parece haber jugado un rol decisivo en el inflamiento y
exageración de la cuestión creada por el ataque paraguayo. (Ataque que
habría estado precedido de la incursión de tropas bolivianas en terri-
torio situado bajo la autoridad del Paraguay. No discuto los comunicados
oficiales. Los términos de la controversia no interesan a mi comentario).
El gobierno de Siles es un gobierno de facción, que tiene como adversa-
rios no sólo a los que lo fueron del gobierno de Saavedra, sino también a
una gran parte de los saavedristas. Su estabilidad depende del ejército. Su
política internacional tiene que entonarse, por ende, a un humor milita-
rista. El llamamiento a las armas, el grito de la patria en peligro han sido,
muchas veces, en la historia, excelentes recursos de política oligárquica.
En Bolivia, Siles ha asido la oportunidad para constituir un ministerio de
concentración que ensancha las bases partidaristas de su política. Esca-
lier y Abdón Saavedra se han puesto a sus órdenes. Don Abdón, ruidosa-
mente expulsado a poco de la ascensión de Siles al poder, ha regresado
a Bolivia. Puede suceder que, con todo esto, los riesgos para el porvenir
se compliquen y acrecienten. Que el frente interno, la concordia de los
partidos, signifique para el gobierno de Siles la amenaza de un caballo de
Troya. Pero las oligarquías hispano-americanas han vivido siempre así,
alternando la violencia con la astucia, girando contra el porvenir.
Sin estos elementos de excitación artificial, agravados por tempera-
mentos más o menos patéticos, más o menos propensos al vértigo bélico,
sería inconcebible el que una escaramuza de fronteras, un choque de
patrullas —es decir un episodio corriente de la vida internacional de este
Continente donde las fronteras no están aún bien solidificadas y defi-
nidas— pudiese ser considerado seriamente como un motivo de movili-
zación y de guerra.
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