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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


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                 Me parece, por ende, que es tiempo de considerar y esclarecer la
              cuestión planteada en mi mencionado artículo. ¿Existe ya un pensa-
              miento  característicamente  hispano-americano?  Creo  que,  a  este
              respecto, las afirmaciones de los fautores de su organización van dema-
              siado lejos. Ciertos conceptos de un mensaje de Alfredo Palacios a la
              juventud universitaria de Ibero-América han inducido, a algunos tempe-
              ramentos excesivos y tropicales, a una estimación exorbitante del valor
              y de la potencia del pensamiento hispano-americano. El mensaje de
              Palacios, entusiasta y optimista en sus aserciones y en sus frases, como
              convenía a su carácter de arenga o de proclama, ha engendrado una serie
              de exageraciones. Es indispensable, por ende, una rectificación de esos
              conceptos demasiado categóricos.
                 «Nuestra  América  —escribe  Palacios—  hasta  hoy  ha  vivido  de
              Europa teniéndola por guía. Su cultura la ha nutrido y orientado. Pero
              la última guerra ha hecho evidente lo que ya se adivinaba: que en el
              corazón de esa cultura iban los gérmenes de su propia disolución». No
              es posible sorprenderse de que estas frases hayan estimulado una inter-
              pretación equivocada de la tesis de la decadencia de Occidente. Palacios
              parece anunciar una radical independización de nuestra América de
              la cultura europea. El tiempo del verbo se presta al equívoco. El juicio
              del lector simplista deduce de la frase de Palacios que “hasta ahora la
              cultura europea ha nutrido y orientado” a América; pero que desde hoy
              no la nutre ni orienta más. Resuelve, al menos, que desde hoy Europa
              ha perdido el derecho y la capacidad de influir espiritual e intelectual-
              mente en nuestra joven América. Y este juicio se acentúa y se exacerba,
              inevitablemente, cuando, algunas líneas después, Palacios agrega que
              “no nos sirven los caminos de Europa ni las viejas culturas” y quiere que
              nos emancipemos del pasado y del ejemplo europeos.
                 Nuestra América, según Palacios, se siente en la inminencia de dar a
              luz una cultura nueva. Extremando esta opinión o este augurio, la revista
              Valoraciones habla de que «liquidemos cuentas con los tópicos al uso,
              expresiones agónicas del alma decrépita de Europa».




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