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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


              el  de Andreíev.  Es  un  pesimismo  piadoso,  es  un  pesimismo  fecundo.
              Barbusse constata que la vida es dolorosa y trágica; pero no la maldice.
              Hay en su poesía, aún en sus más angustiosas peregrinaciones, un amor,
              una caridad infinitos. Ante la miseria y el dolor humano, su gesto está
              siempre lleno de ternura y de piedad por el hombre. El hombre es débil,
              es pequeño, es miserable, es a veces grotesco. Y precisamente por esto no
              debe ser befado, no merece ser detractado.
                 Esta era la actitud espiritual de Barbusse cuando vino la guerra.
              Barbusse fue, uno de sus actores anónimos, uno de sus soldados ignotos.
              Escribió con la sangre de la gran tragedia una dolorosa crónica de las
              trincheras:  El  Fuego.  Le  Feu,  describe  todo  el  horror,  toda  la  bruta-
              lidad, todo el fango, de la guerra, de esa guerra que la locura de Mari-
              netti llamaba “la única higiene del mundo”. Pero, sobre todo, El Fuego es
              una protesta contra la matanza. La guerra hizo de Barbusse un rebelde.
              Barbusse sintió el deber de trabajar por el advenimiento de una sociedad
              nueva. Comprendió la ineptitud y la esterilidad de las actitudes nega-
              tivas. Fundó entonces el grupo Claridad, germen de una Internacional
              del Pensamiento. Clarte fue, en un principio, un hogar intelectual donde
              se mezclaban, con Henri Barbusse y Anatole France, muchos vagos paci-
              fistas, muchos indefinidos rebeldes. La misma estructura espiritual tenía
              la  Asociación  Republicana  de  ex-combatientes,  creada  también  por
              Barbusse para reunir alrededor del ideal pacifista a todos los soldados,
              a todos los vencidos de la guerra. Barbusse y Clarté siguieron la idea
              pacifista y revolucionaria hasta sus últimas consecuencias. Se dieron, se
              entregaron cada vez más a la revolución.
                 A este período de la vida de Barbusse pertenecen La Lueur dans
              l’Abime 185  y Le Couteau entre les Dents. 186  El Cuchillo entre los Dientes es
              un llamamiento a los intelectuales. Barbusse recuerda a los intelectuales
              el deber revolucionario de la inteligencia. La función de la inteligencia
              es creadora. No debe, por ende, conformarse con la subsistencia de una
              forma social que su crítica ha atacado y corroído tan enérgicamente. El
              ejército innumerable de los humildes, de los pobres, de los miserables,


              185   “Un resplandor en el abismo”.
              186   “El cuchillo entre los dientes”.


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