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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


              del pensamiento y del arte. Ética y estéticamente, la guerra ha perdido
              mucho terreno en los últimos años. La humanidad ha cesado de consi-
              derarla bella. El heroísmo bélico no interesa como antes a los artistas.
              Los artistas contemporáneos prefieren un tema opuesto y antitético: los
              sufrimientos y los horrores bélicos. El Fuego quedará, probablemente,
              como la más verídica crónica de la contienda. Henri Barbusse como el
              mejor cronista de sus trincheras y sus batallas.
                 La inteligencia ha adquirido en suma, una actitud pacifista. Pero este
              pacifismo no tiene en todos sus adherentes las mismas consecuencias.
              Muchos intelectuales creen que se puede asegurar la paz al mundo a
              través de la ejecución del programa de Wilson. Y aguardan resultados
              mesiánicos de la Sociedad de las Naciones. Otros intelectuales piensan
              que el viejo orden social, dentro del cual son fatales la paz armada y la
              diplomacia nacionalista, es impotente e inadecuado para la realización
              del ideal pacifista. Los gérmenes de la guerra están alojados en el orga-
              nismo de la sociedad capitalista. Para vencerlos es necesario, por consi-
              guiente, destruir este régimen cuya misión histórica, de otro lado, está
              ya agotada. El núcleo central de esta tendencia es el grupo clartista que
              acaudilla, o, mejor dicho, representa Henri Barbusse.
                 Clarté, en un principio, atrajo a sus rangos no sólo a los intelectuales
              revolucionarios sino también a algunos intelectuales estacionados en el
              ideario liberal y democrático. Pero éstos no pudieron seguir la marcha de
              aquéllos.
                 Barbusse y sus amigos se solidarizaron cada vez más con el prole-
              tariado revolucionario. Se mezclaron, por ende, a su actividad política.
              Llevaron a la Internacional del Pensamiento hacia el camino de la Inter-
              nacional Comunista. Esta era la trayectoria fatal de Clarté. No es posible
              entregarse a medias a la revolución. La revolución es una obra política.
              Es una realización concreta. Lejos de las muchedumbres que la hacen,
              nadie puede servirla eficaz y válidamente. La labor revolucionaria no
              puede ser aislada, individual, dispersa. Los intelectuales de verdadera
              filiación revolucionaria no tienen más remedio que aceptar un puesto
              en una acción colectiva. Barbusse es hoy un adherente, un soldado del
              Partido Comunista Francés. Hace algún tiempo presidió en Berlín un
              congreso de antiguos combatientes. Y desde la tribuna de este congreso


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