Page 280 - La escena contemporánea y otros escritos
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La escena contemporánea y otros escritos
dijo a los soldados franceses del Ruhr que, aunque sus jefes se lo orde-
nasen no debían disparar jamás contra los trabajadoras alemanes. Estas
palabras le costaron un proceso y habría podido costarle una condena.
Pero pronunciarlas era para él un deber político.
Los intelectuales son, generalmente, reacios a la disciplina, al
programa y al sistema. Su psicología es individualista y su pensamiento
es heterodoxo: en ellos, sobre todo, el sentimiento de la individualidad es
excesivo y desbordante. La individualidad del intelectual se siente casi
siempre superior a las reglas comunes. Es frecuente, en fin, en los inte-
lectuales el desdén por la política. La política les parece una actividad de
burócratas y de rábulas: olvidan que así es tal vez en los períodos quietos
de la historia, pero no en los períodos revolucionarios, agitados, grávidos,
en que se gesta un nuevo estado social y una nueva forma política. En
estos períodos la política deja de ser oficio de una rutinaria casta profe-
sional. En estos períodos la política rebasa los niveles vulgares e invade
y domina todos los ámbitos de la vida de la humanidad. Una revolución
representa un grande y vasto interés humano. Al triunfo de ese interés
superior no se oponen nunca sino los prejuicios y los privilegios amena-
zados de una minoría egoísta. Ningún espíritu libre, ninguna mentalidad
sensible, puede ser indiferente a tal conflicto. Actualmente, por ejemplo,
no es concebible un hombre de pensamiento para el cual no exista la
cuestión social. Abundan la insensibilidad y la sordera de los inte-
lectuales a los problemas de su tiempo; pero esta insensibilidad y esta
sordera no son normales. Tienen que ser clasificadas como excepciones
patológicas. “Hacer política —escribe Barbusse— es pasar del sueño a las
cosas, de lo abstracto a lo concreto. La política es el trabajo efectivo del
pensamiento social; la política es la vida. Admitir una solución de conti-
nuidad entre la teoría y la práctica, abandonar a sus propios esfuerzos a
los realizadores, aunque sea concediéndoles una amable neutralidad, es
desertar de la causa humana”.
Tras de una aparente repugnancia estética de la política se disimula
y se esconde, a veces, un vulgar sentimiento conservador. Al escritor y
al artista no les gusta confesarse abierta y explícitamente reacciona-
rios. Existe siempre cierto pudor intelectual para solidarizarse con lo
viejo y lo caduco. Pero, realmente, los intelectuales no son menos dóciles
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