Page 288 - La escena contemporánea y otros escritos
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La escena contemporánea y otros escritos


               de Les Enchainements está, si se quiere, bosquejado en L’Enfer. El personaje,
               más que como un actor, se comporta como un espectador del drama humano
               que, por ser el drama de todos, es también su propio drama. Pero no hay en
               él solamente un espectador, sino, sobre todo, un iluminado, un vidente. Bajo
               las apariencias falaces de la vida, sus ojos aprehenden una eterna verdad
               trágica. En todos los hechos que contempla late una emoción idéntica.
                  Nuestra época aparecía, literariamente, como una época de deca-
               dencia  del  género  épico.  Barbusse  sin  embargo,  ha  escrito  una  obra
               épica. Epica porque se inspira en un sentimiento multitudinario. Epica
               porque tiene el acento de una canción de gesta. Nada importa que, al
               mismo tiempo, sea lírica como un evangelio. La preceptiva ha deformado
               demasiado el sentido de le épico y de lo lírico, con sus rígidas y escuetas
               definiciones. La épica renace. Pero no es ya la misma épica de la civiliza-
               ción capitalista. Es la épica larvada, e informe todavía, de la civilización
               proletaria. El literato del mundo que tramonta no logra casi asir sino lo
               individual. Su literatura se recrea en la descripción sutil de un estado de
               alma, en la degustación voluptuosa de un pecado o de un goce, en un juego
               mórbido de la fantasía. Literatura psicológica. Literatura psicoanalítica
               que elige sus sujetos en la costra enferma del planeta. Para el literato de la
               revolución existen otras categorías humanas y otros valores universales.
               Su mirada no descubre sólo los seres de excepción de la superficie. Vuela
               hacia otros ámbitos. Explora otros horizontes. El artista de la revolución
               siente la necesidad de interpretar el sueño oscuro de la masa, la ruda gesta
               de la muchedumbre. No le interesa, exclusiva y enfermizamente, el caso: le
               interesa, panorámica y totalmente, la vida. La vieja épica, era la exaltación
               del héroe; la nueva épica será la exaltación de la multitud. En sus cantos,
               los hombres dejarán de ser el coro anónimo e ignorado del hombre.
                  Vivimos todavía demasiado presos, dentro de los confines de una lite-
               ratura decadente y moribunda, para presentir o concebir los contornos y
               los colores de un arte nuevo, en embrión, en potencia apenas. El propio.
               Barbusse  procede,  por  ejemplo,  de  una  escuela  decadente  de  cuya
               influencia no puede hasta ahora liberarse del todo. Mas Les Enchainements
               no  es  un  fenómeno  solitario  en  la  historia  contemporánea. Aparecen
               desde hace tiempo signos precursores de un arte que, como las catedrales
               góticas,  reposará  sobre  una  fe  multitudinaria.  En  algunos  poemas  de


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