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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


              público se consagra a la admiración de su escorzo predilecta. La gente vieja,
              la gente moderada ha frecuentado, por ejemplo La Rotisserie de la Reine
              Pedauque 192  y ha paladeado luego, como un licor aristocrático, Les opinions
              de Jerome Coignard. 193  La gente nueva, en tanto, ha gustado de encontrar a
              France en compañía de Jaurés o entre los admiradores de Lenin.
                 Anatole France nos aparece un poco más complejo, un poco menos
              simple del France que nos ofrecen generalmente la crítica y sus lugares
              comunes. France ha vivido siempre en un mismo clima, aunque han
              pasado  por  su  obra  diversas  influencias.  Ha  escrito  durante  más  de
              cincuenta  años,  en  tiempos  muy  versátiles,  veloces  y  tornadizos.  Su
              producción, por ende, corresponde a las distintas estaciones de su época
              heteróclita  y  cosmopolita.  Primero  acusa  un  gusto  parnasiano,  ático,
              preciosista;  en  seguida  obedece  una  intención  disolvente,  nihilista,
              negativa; luego adquiere la afición de la utopía y de la crítica social. Pero
              bajo la superficie ondulante de estas manifestaciones, se advierte una
              línea persistente y duradera.
                 Pertenece  Anatole  France  a  la  época  indecisa,  fatigada,  en  que
              madura la decadencia burguesa. Sus libros denuncian un temperamento
              educado clásicamente, nutrido de antigüedad; curado de romanticismo,
              amanerado, elegante y burlón. No llega France al escepticismo y al rela-
              tivismo  actual.  Sus  negaciones  y  sus  dudas  tienen  matices  benignos.
              Están muy lejos de la desesperanza incurable y honda de Andreiev, del
              pesimismo trágico de El Infierno de Barbusse y de la burla acre y dolo-
              rosa de Vestir al desnudo y otras obras de Pirandello. Anatole France
              huía del dolor. Era la suya un alma griega, enamorada de la serenidad y
              de la gracia. Su carne era una carne sensual como la de aquellos preté-
              ritos abates liberales, un poco volterianos, que conocían a los griegos y
              los latinos más que el evangelio cristiano y que amaban, sobre todas las
              cosas, la buena mesa. Anatole France era sensible al dolor y a la injus-
              ticia. Pero le disgustaba que existieran y trataba de ignorarlos. Ponía
              sobra la tragedia humana la frágil espuma de su ironía. Su literatura
              es delicada, transparente y ática como el champagne. Es el champagne


              192   El figón de la Reina Patoja.
              193   Las opiniones de Jerónimo Coignard.


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