Page 111 - La escena contemporánea y otros escritos
P. 111

Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


              pasiones y de la sangre de una espesa capa social. Ha tenido, cual animador,
              cual caudillo, a un hombre del pueblo, intuitivo, agudo, vibrante, ejercitado
              en el dominio y en el comando y en la seducción de la muchedumbre, nacido
              para la polémica y para el combate y que, excluido de las filas socialistas, ha
              querido ser el condottiere, rencoroso e implacable, del anti-socialismo y ha
              marchado a la cabeza de la anti-revolución con la misma exaltación guerrera
              con que le habría gustado marchar a la cabeza de la revolución. El régimen
              fascista, finalmente, ha sustituido, en Italia, a un régimen parlamentario y
              democrático mucho más evolucionado y efectivo, que el asaz embrionario
              y ficticio liquidado, o simplemente interrumpido, en España, por el general
              Primo de Rivera. En la historia del fascismo, en suma, se siente latir activa,
              compacta y beligerante, la totalidad de las premisas y de los factores histó-
              ricos  y  románticos,  materiales  y  espirituales  de  una  anti-revolución.  El
              fascismo se formó en un ambiente de inminencia revolucionaria, ambiente
              de agitación, de violencia, de demagogia y de delirio creado física y moral-
              mente por la guerra, alimentado por la crisis post-bélica, excitado por la
              revolución rusa. En este ambiente tempestuoso, cargado de electricidad y de
              tragedia, se templaron sus nervios y sus bastones, y de este ambiente recibió
              la fuerza, la exaltación, y el espíritu. El fascismo, por el concurso de estos
              varios elementos, es un movimiento, una corriente, un proselitismo.
                 El experimento fascista, cualquiera que sea su duración, cualquiera
              que sea su desarrollo, aparece inevitablemente destinado a exasperar
              la crisis contemporánea, a minar las bases de la sociedad burguesa, a
              mantener  la  inquietud  post-bélica.  La  democracia  emplea  contra  la
              revolución  proletaria  las  armas  de  su  criticismo,  su  racionalismo,  su
              escepticismo. Contra la revolución moviliza a la Inteligencia e invoca a
              la Cultura. El fascismo, en cambio, al misticismo revolucionario opone
              un misticismo reaccionario y nacionalista. Mientras los críticos liberales
              de la revolución rusa condenan en nombre de la civilización el culto de
              la violencia, los capitanes del fascismo lo proclaman y lo predican como
              su propio culto. Los teóricos del fascismo niegan y detractan las concep-
              ciones historicistas y evolucionistas que han mecido, antes de la guerra,
              la prosperidad y la digestión de la burguesía y que, después de la guerra,
              han intentado renacer reencarnadas en la Democracia y en la Nueva
              Libertad de Wilson y en otros evangelios menos puritanos.


              110




       BM_Laescenacontemporaneayotros escritos_TomoI.indd   110            08/10/10   17:48
   106   107   108   109   110   111   112   113   114   115   116